En el ‘primer mundo’ cada día celebramos, recordamos y reivindicamos fechas señaladas por diferentes motivos. El pasado martes, 18 de mayo, se celebraba el Día de los Museos. Nos acordamos de ellos desde 1977; el motivo, concienciar sobre el hecho de que los museos son un importante medio para el intercambio cultural así como para el enriquecimiento de las culturas. Bonita ocasión para recordar mentalmente lugares a los que volver. Tenía que ser un día en el que inundamos las redes con nuestros museos favoritos, recordando esos viajes que tanta falta nos hacen ahora y que tanta nostalgia nos producen, pero el día se iba a torcer pronto.

Apenas había amanecido, llevaba el primer café de la mañana cuando empezó a joderse el día. En mi ritual mañanero, al leer la prensa, los medios anunciaban la muerte de Franco Battiato y admito que me puse muy triste. Un hombre del renacimiento, compositor, guionista de documentales, pintor con pseudónimo y músico nos decía adiós. En una de sus últimas entrevistas dijo: «Lo único que me falta es un buen pasaje. Una buena muerte». Y espero sinceramente que la tuviera, tranquila, rodeado de amigos y familia en su casa a los pies del Etna. Buscó nuestro centro de gravedad permanente y nos dijo en numerosas ocasiones que quería vernos danzar. Me encanta su particular versión de Cucurrucucú y ahora les escribo esta columna mientras suena de fondo L´oceano de silenzio. Recuerdo verle en La Mar de Músicas, en Cartagena, hace cuatro años, en una noche que recordaré siempre. Sabíamos que era la última, y resultó mágica.

Pero lo que de verdad hacía que mi día se jodiera olvidando por completo querer viajar mentalmente a museos o seguir recordando a Battiato era lo ocurrido en Ceuta. La mayor crisis civil jamás perpetrada por un sin escrúpulos al que la vida de los suyos le importa más bien poco, utilizándolos como escudo humano y chantaje diplomático, como respuesta al gesto humanitario de acoger al líder del Frente Polisario, enfermo terminal de covid en un hospital de Logroño y cuyas consecuencias ya conocemos. Lo único que le interesa y le preocupa al sátrapa marroquí son sus ansias expansionistas de conquista de territorios, así como el reconocimiento de su soberanía sobre el Sáhara Occidental. Soberanía reconocida por EE UU el pasado diciembre. Por cierto, apoyando a Marruecos e Israel; que alguien le diga a Biden que está en el lado malo de la historia.

Entre 8.000 y 9.000 personas entraron en nuestro país el pasado martes. Se calcula que eran adolescentes y niños unos 4.400. Fueron engañados diciéndoles que venían a ver un partido de fútbol con Ronaldo y pasar el día en nuestro país. Así como familias enteras con una mochila o con lo puesto decidieron intentar llegar a nuestras costas y correr el riesgo por una vida mejor.

Pongámonos por un minuto en su piel.

El salario medio en Marruecos es de 200 euros al mes, mientras su monarca está en el top 5 de la lista Forbes, con una fortuna valorada de más de 5.800 millones de dólares. No le importa que una madre lleve dos días buscando a su hijo de 6 años, que junto con otros chavales cruzó a nado de madrugada la frontera; o que Zacarías, de 12 años, haya estado durmiendo en un coche y que mientras era buscado por su familia, le contaba a una periodista que no quería volver a su país, que quiere quedarse en España y aprender cosas. Otro de los 4.000 niños que se lanzaba al agua llevaba en una bolsa sus notas y sus libros, porque al llegar a nuestro país quería ir al colegio. Y Salima, de 17 años quiere ser acogida para poder terminar sus estudios, sometida a maltrato en su entorno familiar, quiere tener una vida y un futuro. No sé a ustedes, pero a mí se me rompe el alma. O que uno de los chicos que cruzó la frontera quiso quitarse la vida colgándose de un puente al ver que iba a ser devuelto, y gracias a la colaboración ciudadana una patrulla policial cortó el cable con el que quería ahorcarse, salvándole la vida.

Aquí están los invasores, esos de los que gente indeseable de un partido neofascista habla, llamándolos menas cuando solo son niños. Siento asco y rabia del estercolero moral que son capaces de sembrar odio y racismo y, lo peor, ver como acuden al olor de la desgracia, mientras los medios de comunicación encienden el piloto rojo para retransmitir sus vomitivas consignas. Pero no contentos con eso, son capaces de insultar y ver en un abrazo algo sucio, provocando el ataque sin escrúpulos hacia una cooperante de Cruz Roja. No sé cómo pueden dormir tranquilos. Aún tengo en mi cabeza su abrazo, la cara desorientada del joven, llorando sin consuelo, o la imagen de un niño tiritando en la orilla de la playa, que coge la mano de su madre tumbada inconsciente mientras es reanimada y ayudada por nuestro ejército, o el guardia civil que saca del agua al bebé que iba a la espalda de otra madre que no dudó en lanzarse al agua en busca de oportunidades. Piensen en la valentía y desesperación de un pueblo que es capaz de esto.

Gracias, Luna Reyes, por tu abrazo, por tu dedicación al prójimo y por tu entrega, así como la de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y al Ejército desplegados en Ceuta en estos días tan tristes y duros. Me quedo con vuestro amor, empatía y solidaridad. Me quedo con los besos de los niños marroquíes en los cascos de los militares, me quedo con la ayuda desinteresada del pueblo de Ceuta, dejando sus móviles para que los chavales pudieran ponerse en contacto con sus familias, desesperadas por saber de ellos, dándoles ropa o zapatos al cruzar la frontera sin nada.

De los políticos no puedo decir lo mismo. La oposición de nuestro país debe dejar de hacer el ridículo y buscar en el diccionario lo que significa la palabra lealtad y ser una oposición seria y de Estado, sin complejos. En cuanto al Gobierno, a éste y a los que vengan, decirles que hemos fracasado, esto no va de dar dinero y quitarnos el marrón de encima. Debemos ofrecer oportunidades que no tenemos. Necesitamos mejores medios y atención para los que llegan a nuestro país. Recuerden que hemos sido migrantes nosotros también.

Aprendamos, porque aunque hemos demostrado determinación y seriedad y hemos sido solidarios, lo ocurrido tiene que hacernos reflexionar como sociedad, más allá de diplomacias y políticas de Estado que miran de perfil al problema migratorio. No todo debe ser una cuestión de dinero. Ceuta y Melilla o Canarias son la entrada a Europa, a una vida que piensan será mejor, siendo abusados por mafias, engañados sin saber nadar, poniendo en riesgo su vida y la de los suyos, llegando exhaustos, agotados, niños, jóvenes y familias enteras. Lo hemos visto en las costas italianas, en Lesbos, y esta vez nos ha tocado a nosotros.

Maldito día, ¿no creen? A partir de ahora recordaré que este 18 de mayo nos dejó Battiato, pensaré que me encantaría sentarme en Bruselas frente al cuadro La Muerte de Marat de Jacques Louis David, pero sobre todo me acordaré de un abrazo. En estos tiempos donde nos falta tanto el contacto, ver a ese joven senegalés rendido y vencido abrazarse casi sin fuerzas a Luna, me arrasó por completo. El joven se golpeaba la cabeza una y otra vez con una piedra al ver que no lo había conseguido y sería devuelto, quería matarse. Luna Reyes fue su salvavidas.

Gracias por tu gesto, querida Luna. Gracias por abrazarnos a todos en este mundo tan putamente loco.