Finalmente se cumplieron los pronósticos que avanzaban las encuestas, y una amplia mayoría de madrileños/as respaldaron el pasado martes el proyecto inconcreto y vago, pero agresivamente neoliberal de la «Mujer con mayúsculas» (Bea Fanjul dixit). Buena parte de culpa es de Pedro Sánchez, de quien ya dije en esta misma columna [28-09-2020] que había cometido un grave error acudiendo a la sede de la CAM a verla, en lugar de recibirla en la Moncloa como a cualquier otro presidente autonómico. Y ha vuelto a cometerlo ahora entrando al trapo del desafío planteado por ella, convirtiéndola en una igual y bajando torpemente al barro de la confrontación personal, lo que ella —con el apoyo claro del poder mediático y financiero— ha sabido aprovechar para catalizar contra él el descontento por la crisis sanitaria y económica.

Casi el 45% de votantes madrileños/as le han firmado a Díaz Ayuso un cheque en blanco para hacer prácticamente lo que quiera, sin más cortapisas que las exigencias de la ultraderecha, si tales pueden considerarse, pues ella misma ha defendido postulados similares a los de Vox con parecido fervor que Abascal o Monasterio, que andan celebrando su particular victoria en su guerra personal contra Pablo Iglesias, un personaje sin duda intelectual y dialécticamente brillante, pero turbio, duro (ni siquiera ha intentado limar aspectos de su imagen que contribuyen a esa impresión, como la coleta, o el diente algo retraído que le da a su sonrisa ese aspecto maquiavélico) que, aupado por el descontento contra la crisis y las políticas de Rajoy, acabó perdiendo contacto con la realidad de quienes decía representar, mostró demasiado pronto y a las claras sus ansias de poder —la rueda de prensa de enero de 2016— y no ha parado después de dar cebo a sus enemigos.

Sobrepasado a la postre por su ambición, un Pablo Iglesias muy venido a menos, que a duras penas ha sobrellevado el impenitente acoso mediático desatado contra él, terminaba anunciando que abandona la política activa, para volver —según algunos— al mismo ámbito informativo tan responsable del empeño de amplificar tanto errores suyos claros —pero semejantes a los de otros/as a quienes apenas o nunca se les tuvieron en cuenta— como bulos o desinformaciones, para crear y difundir un clima hostil que calara sin dejar el más mínimo resquicio a concederle siquiera el beneficio de la duda.

La caja de Pandora abierta por esos medios puede —como apuntaba Javier Ruiz— tener consecuencias nefastas en lo sucesivo. Incluso —cabría añadir— volverse contra quien ahora ríe su victoria, siendo apenas un burdo trasunto de ese Iglesias: intelectualmente pobre, populista, desafiante, agresiva, irrespetuosa y faltona, su ‘trumpismo’ podría acabar devorando al propio Casado y arrastrando al PP en su caída…