Extraño y sugerente concepto: la custodia del territorio. Extraño, sugerente y cada vez más popular entre los ámbitos preocupados por la conservación de la naturaleza.

En síntesis, la custodia del territorio es una estrategia para conservar los valores naturales, culturales y paisajísticos de una zona a través de de una serie de acuerdos y compromisos voluntarios que la propiedad de los terrenos establece con una variada gama de entidades de custodia, normalmente fundaciones u ONGs, y en ocasiones con el apoyo de las Administraciones y diversos patrocinios privados.

La clave de esta línea de trabajo estriba en que no pretende en absoluto sustituir ninguno de los instrumentos y políticas de conservación que ya existen, como son, por ejemplo, los espacios naturales legalmente constituidos, los corredores ecológicos, la planificación urbanística, o los proyectos y estrategias de conservación de especies o de la biodiversidad. Muy al contrario, la custodia del territorio puede facilitar, animar y complementar el desarrollo de esos imprescindibles instrumentos, y genera además un tejido de compromiso entre la sociedad civil que implica la extensión, y a veces la función ejemplarizante, de las necesidades de conservación de los paisajes y la biodiversidad.

Si bien en España y por ende en la Región de Murcia (con interesantes iniciativas) la custodia del territorio está andando sus primeros pasos firmes, en países muy diversos esta línea de actuación está enormemente extendida y arrastra una historia envidiable.

En Reino Unido solo una de las principales entidades de custodia, el Nacional Trust, gestiona más de 250.000 hectáreas de terreno, incluyendo más de mil kilómetros de costa, gracias al apoyo de sus casi tres millones y medio de socios. En Holanda, una entidad de nombre impronunciable y que me niego a intentar escribir cuenta con casi un millón de socios y colabora en la protección de casi 90.000 hectáreas repartidas entre unos 270 espacios de todo el país. En EE UU más de 1.500 entidades de custodia intervienen en casi cuatro millones de hectáreas. En Canadá, Italia, los países nórdicos o Latinoamérica la custodia del territorio avanza imparable y va arrojando resultados cada vez más visibles.

Los últimos datos publicados por la Fundación Biodiversidad, a la espera del nuevo inventario nacional de custodia del territorio que está al caer, nos dicen que en España hay más de 370.000 ha de superficie terrestre gestionada a través de casi 2.500 acuerdos de custodia promovidos por unas 170 organizaciones. Y Murcia es una de las Comunidades que más hectáreas y acuerdos aporta a este total.

El caso es que, con lo que cae, con las amenazas que planean sobre la biodiversidad y sobre los paisajes tradicionales que la sustentan, las iniciativas de custodia del territorio suponen un pequeño soplo de viento fresco, procedente de una dinámica sociedad civil, que no puede sino animar a las administraciones, a los propietarios, y los posibles patrocinadores (a cada uno según sea su ámbito de responsabilidad)a arrimar el hombro para un objetivo tan posible como sugerente.