Raro es el día en que las redes sociales no nos ofrecen eso que se ha dado en llamar fake news, y que no es otra cosa que patrañas puestas al servicio de ciertas ideologías y de muchos intereses.

Pero estas fake news no parten solamente de algunas publicaciones digitales, que como en la mayoría de los casos desconocen la asignatura de Ética y Deontología Profesional, ignoran que si la Ética es el conjunto de costumbres y normas que dirigen o valoran el comportamiento humano en una comunidad, la deontológica es un sistema de regulación del que se dota una corporación profesional, con el fin de garantizar que se ejerza con responsabilidad y enfocándola hacia la defensa del interés general.

Lo que ocurre es que, en los últimos tiempos, los fake news, o lo que es igual, la tergiversación de los hechos y de la propia historia, no proceden solo de algunos medios, especialmente digitales, con pocos escrúpulos y mucho que ganar con sus falsedades, y sí de algunos políticos; incluso de aquellos que vinieron a ‘salvarnos’ de todo lo malo de lo que ellos llamaron ‘casta’. Y si para conseguir sus fines han de mentir, tergiversar, o directamente inventarse la historia, pues se hace, porque al parecer no ocurre nada: los ciudadanos están acostumbrándose al continuo desafinado de las notas y lo que está ocurriendo es que el oído se esta habituando a la estridencia.

Que Podemos tiene obsesión por acabar con el sistema monárquico ya es sabido por todos, porque no hay día que no nos vengan con la misma cantinela

Que Podemos tiene obsesión por acabar con el sistema monárquico ya es sabido por todos, porque no hay día que no nos vengan con la misma cantinela. Que están dispuestos a todo por conseguirlo, es fácil percibirlo: si para ello han de cambiar la historia, se cambia, y pelillos a la mar.

Lo último, en este intento de hacer a la monarquía culpable de todos los males, ha sido la intervención de Isabel Franco, diputada de Unidas Podemos por Sevilla, que se convirtió la semana pasada en protagonista en el Congreso, por su curiosa e inconsistente versión de la Reconquista, algo que ella metió con calzador porque se trataba de una moción de Vox sobre las medidas del Gobierno para «frenar la invasión migratoria en España». Esa era la pregunta presentada por Vox en el Parlamento, y la señora diputada se despachaba diciendo cosas como: «En Al-Ándalus convivían tres culturas, la musulmana, la judía y la cristiana. Fue la monarquía hispánica la que provocó una enorme invasión, eso sí fue una invasión, un genocidio y una ocultación».

Asimismo, soltó todo esto de un tirón, y aunque ella dijese más tarde que cuando habla se ha informado antes, yo creo que en este caso lo hizo poquito, y este es el problema, que nuestros políticos desbarran demasiado. Y si Abascal soltó un discurso un tanto racista al referirse a los inmigrantes llegados a Canarias, esta diputada hizo gala de un desconocimiento supino de la historia: al parecer, a ella solo le importaba aprovechar el momento para aunar monarquía con genocidio, dejando claro que de conocimientos históricos anda justita.

Tan justita, que desconoce que muy poco tiene que ver Al-Andalus con ‘la monarquía hispánica’, según los historiadores, que dejan muy claro que ni Al-Andalus es «un único periodo de la historia, porque tiene muchas etapas», ni fueron los Reyes hispánicos quienes acabaron con Al-Andalus, seguramente porque Al-Andalus acabó consigo misma, dando lugar a los pequeños reinos de Taifas siendo los propios musulmanes quienes dieron por acabado al Califato como ente político en el siglo XI.

En definitiva, «desde 711 hasta 1492 el territorio hispano bajo poder musulmán estuvo administrado de muy diversas maneras y por potencias diferentes, en ocasiones como parte de imperios árabes y bereberes, de forma centralizada en Córdoba o dividido en taifas».

Lo de la señora Franco no solo es desconocimiento; es desvarío monárquico.