Sonará extraño, pero Murcia tiene que mirar al medievo, concretamente a la época en la que se inició la construcción de su fantástica Catedral, el monumento más importante que tiene la capital (lo decimos poco y la visitamos poco). Y no para volver al pasado. Tiene que echar la vista atrás para aprender a diseñar su futuro con 'pensamiento catedral' frente a 'la tiranía del ahora' que denuncia el filósofo australiano Roman Krznaric, quien sostiene que «necesitamos reconectarnos con la tierra y con los largos ciclos del tiempo».

Este filósofo defiende 'el pensamiento catedral', basado en la idea de las catedrales medievales (se planificaban sabiendo que su construcción duraría décadas, incluso siglos, y la gente que las planificaba sabía que no las verían terminadas) como una forma de enfrentar el futuro a muy largo plazo, incluso con siglos de adelanto, para dejar a las generaciones venideras unas ciudades más humanas y sostenibles.

Así lo están haciendo ya localidades del norte de Europa que planifican sus urbes pensando más allá del 2050 en las que no hay cabida para ciertos elementos que en estos momentos nos parecen imprescindibles como los vehículos de combustión o los edificios con garajes. En otras ciudades como Tokio hay movimientos que están pensando acciones transformadoras para después de 2060 e incluso para siete generaciones venideras.

Aplicar el pensamiento catedral en una ciudad como Murcia haría mucho bien en distintos ámbitos. Permitiría establecer diseños y tomar decisiones más avanzadas y radicales y obligaría a ciertos sectores a dejar el inmovilismo y pensar en el bien común. Es la oportunidad de oro para la capital que tiene por delante a lo largo de este 2021 dos retos importantes y sin precedentes. Por un lado 'Murcia, Conexión Sur' que deberá crear casi una nueva ciudad en esa zona tan degradada por el paso de ferrocarril que desaparecerá en los próximos años. Pensar en cómo será esa zona dentro de un siglo puede llevar a concebir infraestructuras y espacios muy futuristas y muy beneficiosos para todos. Si se diseña con el cortoplacismo habitual nacerá ya obsoleta porque, tal y como enseña la experiencia adquirida, el mundo evoluciona a una velocidad de vértigo.

Por otro lado está otra reto no menos importante que el anterior: la movilidad urbana y la red de transporte público, que debe mejorar y convertirse en el pilar de la nueva Murcia moderna que debe abrirse paso para vertebrar de una vez por todas un vasto territorio cada vez más poblado en distintas pedanías en las que pueden surgir movimientos segregaciones que, vistos con ese pensamiento catedral, podrían triunfar si la dejadez en los sistemas públicos de movilidad sigue campando a sus anchas.

Los dirigentes del Gobierno local solo deben hacer un sencillo ejercicio que el filósofo australiano del pensamiento catedral recomienda. Roman Krznaric sugiere que pensemos en el cumpleaños 90 de nuestro hijo, que está rodeado de amigos y familiares en ese día. Se asoma a la ventana en ese momento y qué tipo de mundo ve: ¿una hermosa utopía o un mundo en llamas? Murcia debe apostar sin duda por la hermosa utopía.