Las que discurren los responsables sanitarios autonómicos que, como diecisiete que son, las ofrecen de todos los tamaños y colores.

Y si no, cómo calificar el galimatías normativo que se han montado, con el beneplácito indulgente del Ministerio de Sanidad, cuando se han puesto a ponerle puertas al pesebre donde el jueves nacerá la nueva ola de la pandemia que, ni a la tercera, se dará por vencida.

La sufriremos habida cuenta encima de esa variante inglesa de la que dicen que es todavía más contagiosa.

Entregó el señor Illa en verano la gestión sanitaria de lo que parecían los rescoldos de Covid a los bomberos regionales cuando había que terminar de extinguir el incendio que había dejado 40.000 muertos. Vistos los resultados en otoño, pareció que más que mangueras, el ministro había pertrechado a los consejeros autonómicos de cajas de cerillas.

No aprendida la lección de lo que supuso delegar el control del bicho y ante el amenazador panorama navideño con la demostrada irresponsabilidad del paisanaje, qué peor que volver a las andadas

Hay muchas parcelas del poder que están muy bien gestionadas en manos de los territorios. Pero otras, como esta de hacer frente a una pandemia que somete a todos por igual, deberían de estar en manos exclusivas del Gobierno central y, si me apuran, de la Unión Europea.

Si no fuera porque el asunto va de muertes y sufrimiento sería hasta divertido repasar las diecisiete normativas distintas a las que atenerse en función de donde uno viva.

Falta el manual de instrucciones cuando nos plateemos qué poder hacer y no hacer en Nochebuena en función del ´tú de dónde eres'.

Porque aunque el coronavirus infecta a todos por igual, aunque las consecuencias no sean las mismas, alguno piensa que no, que es en función de ser andaluz, murciano, balear o cántabro.

Como si el bicho fuera pidiendo el DNI para inocular según gentilicios o en función de lugares, parentescos y horarios.

Como si al patógeno le viniera mejor trasnochar menos en Asturias que en Cataluña o prefiriera cebarse con los allegados valencianos antes que con los castellanomanchegos.

Como si los niños gallegos contagiaran menos que los vascos.

Como si estar en un bar entre las seis y la ocho de la tarde fuera la hora feliz del contagio.

Si se ha bramado por conocer la lista de expertos del Ministerio de Sanidad no estaría demás preguntar en las autonomías. En ocurrencias andan igualados.

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