En este diciembre de 2020, año triste donde los haya, y después de más de tres décadas de funcionamiento, se ha quebrado el proyecto del Centro de Acogida y Atención al Menor (CAYAM), que durante años ha sido el núcleo fundamental de algo más que una iniciativa ligada a Cáritas Diocesana de Cartagena. Un hecho que ha llegado con la separación de la Escuela Infantil por su cambio de ubicación.

Hablamos de un proyecto colectivo nacido en el año 1986 para atender y acoger a los menores sin escolarizar de las familias desalojadas de la Plaza de la Paja, en el Barrio del Carmen de Murcia, ante la reordenación urbanística de esa zona. Provisionalmente se ubicó en las denominadas casas baratas de la calle Torre de Romo, donde tiempo atrás había nacido otro proyecto educativo: la Escuela Equipo. Gracias al interés del entonces obispo Javier Azagra, y al esfuerzo del sacerdote Pepe Saorín, junto a un buen número de personas implicadas en buscar unas instalaciones dignas, el CAYAM se ubicó en el Carril Torre Piñero de la pedanía de El Palmar. En su construcción y puesta en marcha contribuyeron la mayoría de las parroquias de la ciudad de Murcia, artistas murcianos que donaron obras para una subasta y muchas personas de movimientos apostólicos diocesanos.

Quedan ya lejanos los recuerdos de aquel recorrido que la imagen de la Virgen de la Fuensanta hizo a las parroquias murcianas para recaudar fondos y la propia implicación del Ayuntamiento de la capital, así como diversos colectivos de la sociedad civil.

En aquella etapa inicial el objetivo era asegurar la higiene, la alimentación y el vestido de estos menores, así como un proceso de socialización que les permitiera su integración en la escuela. Los beneficiarios de este proyecto eran niños y niñas de familias empobrecidas y en riesgo de exclusión social del Barrio del Carmen, de Barriomar, de la Carretera de Alcantarilla, de la Orilla de la Vía y del Barrio de San José Obrero de Alcantarilla.

El equipo educativo que trabajaba en el centro, en el CAYAM, pronto vio la necesidad de trabajar e intervenir con las familias de estos menores, puesto que su incorporación a la escuela también implicaba mantener el Apoyo y el Seguimiento Escolar. El proyecto actuaba como intermediario entre el profesorado y la dirección de los centros escolares, así como con las familias, y poco a poco se fue completando con el Seguimiento y Apoyo a familias, el Refuerzo Escolar.

A finales de los 90 se hizo necesario reivindicar el Derecho a una Vivienda Digna. Aún queda en el recuerdo aquella acampada en la Glorieta, en una iniciativa en la que las propias familias sin casa fueron las protagonistas.

De forma consecuente se hizo necesario, más tarde, el apoyo para el empleo y la formación a los jóvenes, algunos ya padres, que procedían del fracaso escolar. Y esto se hizo con becas para formación en albañilería, elaboración de pan, limpieza, cocina€

A nivel sanitario se actuó con la correcta vacunación de los menores y el acceso normalizado a sus centros de salud, mientras que en el ámbito legal se contó con el apoyo de profesionales de la abogacía para evitar que estos menores cayeran en el circulo vicioso de delincuencia y más pobreza.

Sin olvidar las innumerables gestiones ante las diferentes Administraciones, con la ayuda para ´arreglar papeles' y realizar los trámites que para una familia normalizada son habituales pero que, para este conjunto de personas excluidas, se convertían en un obstáculo más para llevar una vida digna.

Todo esto no hubiera sido posible sin la dedicación de muchos años de su vida de quienes han trabajado estos más de treinta años en el CAYAM, cumpliendo muchas más horas que una jornada laboral (educadores, trabajadoras sociales, monitores, limpiadoras, cocineras). Y tampoco sin el apoyo del personal voluntario: mujeres de las parroquias del Carmen y San Andrés, para la cocina y la costura; monitores para los campamentos de verano; abogados, maestros, personal sanitario€

Un proyecto que, siendo revisado continuamente, consideró necesario trasladar el Apoyo Escolar a los barrios de donde procedían los niños y niñas. Así como trabajar en espacios de intervención integrados en la red del territorio, con Servicios Sociales, asociaciones de vecinos, culturales, educativas, etc., implicando en todo momento a la comunidad.

El perfil de las familias ha cambiado con los años. En sus orígenes, en gran parte eran de etnia gitana. En la actualidad, mayoritariamente son inmigrantes.

Lo más importante de la experiencia de trabajo de estos años ha sido el espíritu y la pedagogía con la que siempre se ha trabajado, reclamando por justicia sacar a estos menores y sus familias de la vulnerabilidad y del riesgo de exclusión. Y viviéndolo en un ambiente de alegría, de vida compartida. Vida que subsiste porque se han creado vínculos de comunión y fraternidad.

Frente a proyectos de acompañamientos provisionales, tareas de ´seis meses prorrogables', de algunas Ongs que no cambian nada, el CAYAM ha sido para muchas personas, muchos niños, jóvenes y familias un proyecto de largo recorrido, de acompañamiento individualizado, donde se les ha acogido y protegido, facilitándoles su promoción e integración.

Este proyecto es el que ahora, troceándolo, se quiere desmembrar. Somos mucha la gente que siente tristeza por haber llegado a esta situación, pero también tenemos la esperanza para que, de algún rescoldo, surja de nuevo con fuerza un proyecto como ha sido el del CAYAM durante estas más de tres décadas.