No sé si les ha pasado a ustedes, pero en este 2020 cada vez que me he enterado del fallecimiento de un personaje público me he quedado atrapada viendo telediarios, programas especiales, leyendo artículos de homenaje o imágenes recordando sus vidas. Luis Eduardo Aute, Sean Connery, Quino o Maradona nos han dejado en un año en el que cada pérdida parece que nos ha sacudido de manera diferente por las circunstancias de un año especialmente duro. Ya bien sea por el maldito bicho o por culpa del destino la vida nos está dejando sin muchas figuras públicas que creíamos eternas.

Esta semana se iba uno de los futbolistas más importantes de todos los tiempos, dicen los entendidos, un hombre de vicios conocidos, que ascendió a los cielos y bajó a los infiernos la última etapa de su vida.

Me ha sorprendido que muchos se han hecho cruces ante la conmoción mundial de su muerte, considerando que no era merecedor de tantas alabanzas, les guste o no a todos aquellos que les parece desmesurado, le dio sonrisas a padres y abuelos en Argentina y en el mundo. Sacó a chavales de la calle, que se ilusionaron cogiendo un balón, queriendo ser campeones del mundo como él. Ver llorar de emoción a más de un millón de personas me ha emocionado; señoras mayores, padres con sus hijos han hecho cola para darle las gracias por haberles hecho felices. Un país entero llora a Maradona, el mundo abría sus telediarios, le han dedicado portadas de periódicos en todo el mundo, más allá de los deportivos, tanta gente no puede estar equivocada al recordarle, ¿no creen? Y qué quieren que les diga, Modigliani, Dickens, Van Gogh o Bela Lugosi se ponían hasta el culo de absenta, opio o sustancias similares y no eran teletubbies amorosos en su trato íntimo. La drogadicción en los artistas más importantes que ha dado la historia nos ha entregado obras que hemos disfrutado a pesar de sus vidas atormentadas. Pero, claro, en este mundo de ofendidos, donde para ellos todo es blanco o negro, y parece que la superioridad moral les eleva a los altares de la santidad y sus vidas intachables, interesa sacar a pasear la parte más sordida de su vida y, saben lo que les digo, que la pelota no se mancha, que los grandes pasan a la historia por lo que hicieron en ella y, les guste o no, fue un grande, pero no soy yo a quién deben leer sobre Maradona, le tienen muy próximo a esta página, y es mi querido Yayo Delgado.

De drogas, artistas malditos y sus malos hábitos si quieren hablamos otro día, hoy saco mi lado más hater, llega Diciembre, los spots de Navidad nos invaden desde hace un mes, las luces ya están encendidas en muchas ciudades y últimamente por todos lados solo escucho un mantra, y qué quieren que les diga, escalofríos por la nuca me corren ante la frase: «La importancia de Salvar la Navidad».

Que si los niños no cuentan, que si diez personas, que si la San Silvestre, una hora más el toque de queda, levantamientos perimetrales, cabalgatas y belenes; me quedo muda al ver la semana que llevamos viendo a Comunidades autónomas y Gobierno central a la gresca otra vez, ahora tocan 17 Navidades, y digo yo: ¿estamos locos? Pues parece que sí, además nos podemos consolar porque no somos los únicos, el resto de Europa también ha sucumbido al ñoñerío navideño y parece que vamos todos hacia una gran hostia en enero en forma de tercera ola, y oye, qué quieren que les diga, no estamos solos en esto de perder los papeles, y reconforta.

¿Se acuerdan de verano y cómo salimos a la calle como en un musical de Abba, felices y lanzándonos confetti? Pues ahora igual, salgamos, Nochebuena y Navidad como en la película Love Actually, a celebrar la Navidad, porque somos disciplinados y vamos a hacerlo muy bien, así que salgamos a ver belenes. ¿Pero quién se cree que vamos a cumplir? ¿Pero quién se cree que vamos a respetar cuando no lo hemos hecho en la vida?

Van a pensar que no tengo sentimientos y que estoy podrida por dentro al no llenarme de espíritu navideño, y nada más lejos de la realidad, pero quiero, deseo y ansío que esta pandemia se acabe cuanto antes y quizás, sólo quizás, este año nos debería dar igual que sea Navidad, San Fermín o la Feria de Abril. Que duele, sí, que muchos no podrán volver a casa a ver a sus seres queridos, es jodido, lo sé, que no podrán hacer cenas y comidas con siete millones de amigos organizados en una tabla de excel por días, lo siento mucho, pero este año no toca nada de eso. Toca ser prudentes, no les hablo de encerrarse y no ver a nadie, les hablo de responsabilidad individual, les hablo de comprar en el pequeño comercio sus regalos y ayudar, les hablo de brindar por este año de mierda solo con los de siempre, les hablo de volver a nuestros bares, pero olviden el macroaperitivo de Nochebuena o los cotillones de Nochevieja. Y ahora que lo pienso, ser como Bridget Jones desde hace años y estar en pijama con una botella de vino, en casa en Nochevieja viendo Cachitos y bailando en el salón es un planazo y créanme cuando les digo que todavía no me quito la dentadura para dormir, se lo prometo. Eso sí, la lentejuela, el tacón y los cotillones los dejé atrás hace tiempo.

Parece que me repito, pero si a estas alturas del año, conviviendo con el virus nueve meses, no somos capaces de hacer ´una vida normal´ tenemos un problema.

Veo siempre a las mismas personas y diez días al mes cuido a mis padres, que están muy delicados de salud, no merezco un Nobel. Paso el día en casa con mascarilla y pantalla, no como con ellos, pero les aseo, acuesto y preparo la comida, veo la televisión en un sofá lejos de ellos, pero les acompaño; comentamos MasterChef y mamá y yo suspiramos cuando sale Carlos Franganillo y ella me dice que le parece muy guapo y que trabaja muy bien.

No les miento si les digo que me siento mal cuando salgo un rato a ver humanos, pero mi salud mental me ha prescrito sentarme al sol a beberme un quinto o dos si son pequeños en una terraza, también soy una temeraria y entro en los locales a comer. Que estamos hasta los pelos de la mascarilla lo sé, pero se puede disfrutar, comer y brindar, pero con la mascarilla puesta cuando no estamos bebiendo o comiendo, se puede. Es un coñazo, lo es, pero también lo es planchar o hacer la declaración de la renta y lo hacemos, así que no nos vengamos con excusas.

Llevo años sin celebrar la Navidad, pero no he dejado de brindar con los de siempre, sin tener que lamentar un hueco en la mesa. Este año voy a seguir haciéndolo, y ojalá el año que viene, siento hacerles spoiler, y es importante: cuando suenen las doce campanadas y llegue 2021 no piensen que todo ha terminado, porque seguirá la pesadilla, quizás dependa de nosotros que lo que venga en enero sea un horror o el principio del fin. Pero sigamos con el mantra de ´Salvar la Navidad´.

Depende de nosotros, no se equivoquen, ni Fernando Simón, ni Pedro SÁnchez, ni el ministro Illa tendrán la culpa de nuestro comportamiento en estos días. Piensen en los sanitarios, aquellos por los que aplaudían cada tarde, piensen en ellos y en sus familias a las que muchos no ven desde que todo empezó y lo que les queda.

Que bajen los contagios no debe empujarnos a hacer el salvaje, debe ilusionarnos y marcar un día menos en el calendario para que esta pesadilla acabe, pero no se vengan arriba, que nos conocemos, después de dos botellas de champán.

Aunque quién soy yo, sino una columnista sin fundamento a la que los filoterroristas ensalzan a los altares. Mejor hagan caso de Pablo Motos, y regalen PCR para ir ´tranquilos´ a celebrar, porque es un regalo bonito y original, porque estás regalando amor.

MCEMPV, es lo más fino que se me ocurre al escuchar a tanto becado de la NASA decir tantas tontunas. Cuídense y Fucking Christmas.