Nada, no hay forma de que aprendamos a respetar las reglas del juego, y eso que son tres y simples: distancia de seguridad, mascarilla y lavarse las manos. Podemos seguir cerrando bares y restaurantes, poniendo a la hostelería a los pies de los caballos, criticar la falta de rastreadores o poner a parir a los profesionales sanitarios que están en los centros de salud desbordados y a veces con miedo, o poner a caer de un burro a las autoridades sanitarias, pero lo cierto y verdad es que una parte importante de la culpa por la situación que estamos viviendo solo tiene un nombre: la irresponsabilidad de algo más que de un puñado de personas.

Seguimos sin darnos cuenta de que el coronavirus no es solo un problema sanitario sino que va mucho más allá de colapsar un hospital o de que siga muriendo gente, la mayoría con coronavirus y no de coronavirus, ya que en un porcentaje elevadísimo la gente que está dejando esta vida de manera cruel e injusta, tienen patologías previas, sino que miles de empresas están al borde del precipicio, cientos de miles de trabajadores, ahora que llevaban unos pocos años sacando el cuello del fango del paro, vuelven a verse en medio de aquel famoso puto túnel, aunque esta vez, el Gobierno de España por lo menos les ha dado una linterna y una mochila con alimentos y esperanza en forma de ERTES, pero las pilas comienzan a gastarse y la comida a escasear.

Todos los agentes implicados quieren llegar a diciembre o enero como sea, todos esperan la vacuna como el maná que venga del cielo, o de Oxford mejor, para saldar deudas con su destino. Hace unos meses pedíamos volver a una cierta normalidad en verano, ahora ya damos por perdida hasta la Navidad, y miramos la Semana Santa como el inicio para que nos devuelva a primeros de este año, cuando llegaban noticias de Wuhan (China) como algo lejano y nos echábamos las manos a la cabeza cuando veíamos por televisión calles vacías, el Ejército gaseando las ciudades y los pocos chinos que veíamos parecían los hermanos pobres de Michael Jackson o un puñado de extras sacados de una mala película de ciencia ficción.

Este lunes ha comenzado la actividad escolar, el temido Día D Hora H de la vuelta al cole ya está aquí, y nadie sabe que pasará, nadie se atreve a hacer un pronóstico; al contrario, el miedo comienza a instalarse otra vez en muchas de nuestras decisiones, y cuando eso ocurre nada es predecible y todo puede ocurrir.

Finalmente la consejería, a 48 horas del inicio vuelve a la improvisación, y quiere contratar a setecientos profesores más hasta final de año, dos meses, y aún queda por ver cómo será la distribución y el tipo de contrato, y es que en otra cosa no, pero en cuestión de planificación, como diría una amiga mía, «somos malos de cojones».

Aguantar hasta diciembre como sea. Esta parece la consigna de todos los responsables políticos. El problema es cuando algunos anteponen esta meta a cualquiera otra, poniendo en riesgo a demasiada gente. Cuando ves a autoridades políticas estar más preocupadas de un artículo de opinión que de hacer su trabajo es lógico que el desánimo, la desesperación y hasta la frustración sigan creciendo mientras uno se pregunta Nsi nos merecemos tener dirigiendo a la sociedad a determinadas personas.