Un asado y una botella de vino es todo lo que necesitan para hacerme feliz. Bueno, podrían sumar una tabla de queso y mejillones de los gorditos, de esas latas donde vienen seis en escabeche, pero no me voy a poner tiquismiquis.

Tengo uno de esos amigos a los que veo poco, porque vive como un monje cartujo aislado del mundo, pero ambos sabemos que menos es más. Hace unos días bajé a verle a su retiro monacal y, como siempre, nunca defrauda. Mi amigo monacal tiene un don para mezclar gente y hacer reuniones especiales donde se bebe, se charla sobre la vida y todo puede pasar.

Tenía visita cuando llegué, un recién venido de tierras del norte para pasar unos días por su retiro. Hicimos varios trajes a la clase política de este país, recordarmos cuando como dos groupies hacíamos Skype durante los debates de las prórrogas en el Congreso del estado de alarma sólo cuando salía Abascal, para reírnos.

No voy hablar de las croquetas caseras que su madre nos había dejado hechas o del asado con la carne que se deshacía; viviré con el recuerdo de esa salsa hasta que vuelva a escaparme a su retiro de jubilada alemana...

Tras la gran comilona rematada con un melón robado -que, sin duda, sabe mucho mejor que uno comprado-, mis anfitriones sacaron dos cámaras profesionales y me hicieron pasar más bochorno que cuando recogí ese premio que no era para mí, ¿recuerdan?

Odio las fotos, soy como Chandler en el capítulo de Friends en el que que Mónica quiere hacerse un reportaje con él; pues así soy yo. Vivo con miedo de ver el resultado, aunque he de confesarles que me han mandado una avanzadilla de la sesión y hay verdaderos fotones.

Un día inolvidable en la ‘Casa del Amor’, como mi amigo monje cartujo llama a su retiro. Hablamos de sexo, de política, de la vida, nos tiramos puyas... Un completo.

Aunque yo aún no lo sabía, a mi día le quedaba la traca final. Conduciendo de regreso a Murcia, incorporándome a la autovía, una conductora novel frenaba en seco y me la comí. Con lo poco que me favorecen los chalecos reflectantes y lo mal que relleno partes amistosos, veía el atardecer desde la cuneta mientras blasfemaba en arameo. ¿Algo más me puede pasar? No me lo preguntaré muy alto, que el guionista del 2020 está on fire.