Hay roneo de cambios en el Gobierno, vulga remodelación. Con permiso del coronavirus o a su propósito. Y en las dos caras de la moneda, PP y Cs. El primer año de prácticas para los becarios ha concluido, y el calendario político es propicio.

En Cs está al caer el Dedazo de Madrid que designará a la nueva dirección, con Ana Martínez Vidal haciendo de clueca de la actual Gestora, con la excepción de Valle Miguélez, que ha caído en desgracia. Futuro despejado, pues, en esa parte, si es que Cs tuviera futuro. Ayer mismo se celebró en Madrid una reunión de la ejecutiva nacional de ese partido, según se desprende del tuit de la consejera de Empleo, que al tomar el tren en Murcia expresaba su alegría, en puro estilo flower-flower, por volver a reunirse con sus compañeros (sorprendentemente, al poco, suprimió su comentario). Pero me temo que falta todavía lo que llaman 'el desarrollo de los reglamentos' (un recurso para dar tamiz democrático al Dedazo) antes de la designación que, aunque prevista para final de mes, podría quedar emplazada a septiembre.

Y en cuanto al PP solo falta la fecha de su congresillo regional, que también debe estar al caer (en Valencia ya lo han despachado). Por tanto, los dos partidos de la coalición van a estar muy pronto en situación de pase de revista. Y como en la Marina, procederán a limpiar fondos. Lo primero, retocar el Gobierno. Tal vez Cs tenga que esperar a que López Miras recomponga su aparato, pues la prudencia le invitaría a remodelar después de revalidar su mandato a fin de no sembrar descontento, pero es probable que lo haga antes, para fortalecerse ante sus 'pata negra', que han de aclamarlo, y para iniciar el nuevo curso (esta vez septiembre aparece despejado del paréntesis de los festejos) con uniforme nuevo.

El Mentor se hace ver desde Instagram pasándoselo pipa en Formentera, adonde como ya es costumbre algunos habrán de dirigirse para hacer el besamanos. Tengo el pálpito de que esta vez la consigna será dejarse de merodeos con palomicas sueltas y poner en batalla al núcleo duro. En cualquier caso, la remodelación tendría que ser a la par, de modo que López Miras deberá esperar también a que terminen de redactar los famosos 'reglamentos' de Cs, cuyo portavoz regional, Jero Moya, fechó tal vez con cierta ansiedad para este mes de julio.

El consejero más molesto para el presidente y que, en consecuencia, deberíamos situar teóricamente en la casilla primera de la remodelación es el de Salud, Manuel Villegas, no tanto porque reste protagonismo al presidente, sino porque todo el mundo percibe que su control y discreción han sido más eficientes contra el coronavirus que la constante gestualidad de López Miras, encasquillado en la queja contra el Gobierno de España: yo todo lo hago bien, Sánchez todo lo hace mal, el típico cuento para el ciudadano bebé o para el adicto a la pepeína. Pero esto no es lo importante, sino el hecho de que Villegas está resguardado, en parte, por un equipo propio, que no atiende a determinadas convenciones implícitas respecto a contratos y empresas predeterminadas. El problema es que a Villegas no puede despedirlo en esta coyuntura, como tampoco el consejero puede pedir el relevo. Resultaría inexplicable a efectos públicos. A no ser que, al dar ahora plenos poderes a Villegas (es decir, quitándose el presidente de enmedio) en la estrategia contra el coronavirus, cuando sin el amparo del estado de alarma todas las decisiones competen al Gobierno regional, un indeseable desbordamiento de la pandemia constituyera el pretexto para ensayar un refresco.

Pero, al día de hoy, la paradoja del diseño de la remodelación consiste en que el consejero que habría sido destituido en primer lugar, se afianza por méritos propios, aunque vigilado estrechamente por el secretario general, Andrés Torrente, enfrentado a muerte al gerente del SMS, Asensio López.

En la cuerda floja están los titulares de Fomento, de Educación y de Turismo. El primero, Díez de Revenga, ha mostrado su nulidad como gestor en los asuntos que le competían durante la pandemia (ejemplo, política de Vivienda), y ha tomado decisiones que, queriendo favorecerla, han irritado a CROEM, no por su independencia, sino por su incapacidad. Es un gran activista en redes, pero en la práctica constituye un estorbo para que el Gobierno se luzca, aunque sigue la senda del presidente en achacar sus propios amontonamientos a la Administración central. En teoría debería caer (López Miras no acierta con sus consejeros de Fomento desde que se cargó por discreción al abogado en la sombra de Pedro Antonio Sánchez, aquel experto en cómic, un arte muy propio de la situación que vive esta Comunidad), pero Díez de Revenga es muy leal, y esta dinámica (lealtad contra incompetencia) tal vez le salve la cabeza.

Su caso no es único, pues Luengo, de Medio Ambiente, es igualmente ineficaz (véase Mar Menor), pero tiene la virtud de saber pasar desapercibido y, además, es amigo del presidente, que le transmite en restaurantes con estrella confidencias sobre quién y en qué circunstancias se saltó el confinamiento y cómo se resolvió el enredo, algo que después del último gintonic podría ser la 'acción de oro' para alguien que tuviera malas intenciones, que no es el caso. Luengo es algo más que leal: es fiel, y eso es un grado para mantener el puesto. Sus deficiencias como consejero podrían ser trasladadas a su secretario general, Víctor Martínez, a quien López Miras camufló en un segundo plano, por su antigua amistad y porque aquél se había ganado un respeto como portavoz parlamentario, creyendo que así contenía las iras del Mentor de Formentera, pero éste también, o sobre todo, está en los pequeños detalles. Así que la responsabilidad sobre el caos normativo acerca del medio ambiente podría recaer en el segundo del escalafón, que para eso está.

Las 'víctimas' principales podrían ser las consejeras de Turismo y de Educación. La primera por su bisoñez, aunque es una mujer muy bien mandada en lo que se refiere a cómo debe administrar el presupuesto publicitario para la difícil promoción turística del Mar Menor y otros capítulos. Es obediente, pero no lo pilla. Hay que decírselo, no sale de ella misma. No es un Francisco Bernabé, pongamos, por caso, que se conocía el ecosistema regido por la estajanovista Mar Moreno, la jefa de gabinete por la que pasa todo. Además, esta exvicerrectora es de muy jajá, qué pasa, colega, pero no da la cara por el estropicio estructural de la política turística del PP. No se quema por la causa. En definitiva, nadie sabe ni que existe (yo mismo debería entrar en Google para recordar su nombre), de modo que la defensa de lo indefendible la ha de hacer el presidente en persona, sin cobertura, sin escuderos.

En cuanto a la de Educación, María Esperanza Moreno, quizá sea la consejera más bienintencionada de todo el Consejo, pero no es política, no está en la pomada. Lo hace bien a los efectos de lo que el Gobierno pretende, pero no es exactamente 'una de las nuestras'. Es liberal y todo eso en cuanto a que los padres ricos pueden elegir colegios privados subvencionados con el dinero público: cumple con el marco ideológico, pero eso no es suficiente. Hay que pertenecer a la famiglia. Y vienen tiempos de estar en la pomada o no estar: no eres tú, soy yo, le dirá López Miras cuando la releve.

En relación a Cs, se da por seguro el relevo de Beatriz Ballesteros, consejera de Transparencia. Es verdad que no ha hecho nada, teniendo tanto por hacer en su capítulo (le han pasado y le van a pasar por los morros los contratos millonarios cuya adjudicación habría podido adivinar previamente cualquier auxiliar administrativo), pero la razón de su exclusión tiene otros motivos: ha perdido el feeling con La Que Manda, Martínez Vidal. Ésta, por lo que vamos viendo, tiene una especial habilidad para no empatizar con las mujeres de su equipo: Valle Miguélez, Isabel Franco, Beatriz Ballesteros... Pero en la práctica hay que admitir que el relevo de Ballesteros estaría bien traído a la vista de que este Gobierno, si hablamos de transparencia, es un cero a la izquierda en la práctica, y se ha avanzado menos que cero en los compromisos iniciales del pacto PP-Cs que incluían normas legislativas y administrativas que permanecen en el sueño de los justos. En cuanto al de Universidades y Empleo, Motas, es un señor muy simpático y extrovertido, fan de Martínez Vidal, pero no crece. Tal vez le busquen un relevo de más pura cepa.

Lo lógico sería, si Martínez Vidal toma el poder de manera oficial (ya gobierna sobre la Gestora, pero todavía sin el botón remoto de mando, pues Hervías está aparentemente aparcado) es que empezara por destituir a Isabel Franco, pero esto podría crear problemas en el Grupo Parlamentario de Cs y transmitiría a la vez la impresión de que a este partido los líderes electorales le aguantan poco. En todo caso, será necesario encontrar un hueco en el Gobierno para David Sánchez, miembro de la Gestora, quien comparte sin parar alabanzas a su líder fáctica, que le concedió el privilegio de ser el primer protagonista de una visita entusiasta a su empresa de la consejera al poco de ser elegida.

López Miras se ha visto en la cresta de la ola por el control del coronavirus mientras su líder nacional, Pablo Casado, apostaba alegremente por la clausura del estado de alarma, que tal vez ahora, con los rebrotes, en una situación cuyo control compete por completo al Gobierno regional, empiece a echar de menos, como Torra en Cataluña (en realidad, los discursos de ambos presidentes, Torra y Miras, fueron de la mano durante el momento más grave de la pandemia, y así continuarán, dada la voluntad de transferir al adversario exterior sus respectivas incapacidades). Los rebrotes del coronavirus en Murcia pueden afear, ahora que todas las decisiones dependen de su Gobierno, el marco idílico en que había colocado su retrato, aunque ha puesto de pararrayos a Villegas, por si acaso. Le queda seguir pateando contra Sánchez, ya más allá de la caricatura. No es que carezca de pudor; es que carece de otras ideas. Venga, sí, termina ya, lo hemos entendido, estamos de acuerdo: la culpa es del Gobierno central, pero ¿alguna cosa más?

Para recuperarse, si el coronavirus se lo permite, intentará su propio rebrote político mediante una remodelación del Gobierno, conjunta con un Ciudadanos a medida, seguida o precedida de un congresillo del PP aclamatorio que le dé oxígeno, a él y al entorno económico exterior para el que gobierna, con el fin de ganar otro año. Gestos sin gestión.