Últimamente me da por escribir sobre cosas que no entiendo. No se trata de que escriba como una forma de aclararme las ideas o de analizar los diferentes aspectos de un caso o simplemente como mi particular manera de pensar: escribir para intentar alcanzar ahí al fondo un rayito de luz. No, se trata de escribir sobre asuntos que no entiendo en absoluto. Y como son esos temas los que están en los titulares y en los tuits estoy empezando a preocuparme. Quizá sea la edad. ¿Leer los periódicos y sentir que utilizan un lenguaje extraño y que muestran una realidad que no logro identificar? Y no digamos los informativos de televisión? Doy clases de Redacción Periodística, ¿qué va a ser de mí? Así que escribo como si pidiera auxilio o buscara amigos en mitad de la noche. Sé que no soy el único al que le pasa esto y algún lector perplejo me comprenderá.

Por ejemplo, una librería de Misuri decide retirar de sus estanterías los libros de Harry Potter porque su autora, J. K. Rowling, expresó unas opiniones poco (¿poco qué? ¿compartidas? ¿convencionales? ¿admitidas?) sobre las mujeres trans. Esto es noticia no por ser un acto extravagante de un individuo en la otra parte del mundo, sino porque forma parte de un cúmulo de acciones en la misma línea que aparecen por todas partes. Mi perplejidad surge de la convicción con la que se toman esas decisiones. Podríamos aquí recurrir a los argumentos que ya se han repetido hasta la saciedad sobre la diferencia entre el autor y la obra o, más importante todavía, sobre el respeto a la complejidad mental, emocional y moral de cualquier persona. Pero hay algo que me hace sentir peor que perplejo, como desconcertado: no tengo ni idea de lo que ocurre con las trans, se me ha pasado esa polémica. Había leído algo por encima de un enfrentamiento en las filas del feminismo, pero me dio pereza y no presté atención. Y, claro, ahora ya no entiendo nada de lo que ocurre.

Pero me interesa más averiguar qué estamos haciendo con la realidad. Tengo la impresión de que nos hemos desviado o quizá es que el mundo se ha ido por un lado y yo por otro y entonces el problema es mío. Creo que hay que mostrar la perversidad, la estupidez, la ignorancia de nuestra sociedad.

¿Pero desde dónde contamos esas historias perversas que tanto nos definen? Stendhal ponía un espejo al borde del camino. Hoy los espejos están todos desvaídos, no iluminan nada, como si no tuvieran fondo y todas las imágenes se superpusieran en primer plano.