Pablo Casado y Fernando López Miras pertenecen al mismo partido, pero es imposible encajar en una idéntica lógica sus posiciones y declaraciones. Coinciden, eso sí, en que la culpa de todo la tiene Pedro Sánchez, y la tiene en cualquier caso, tanto si aceptara lo que le pide Casado como si secundara a López Miras, ya que satisfacer a ambos a la vez a es incompatible. Es un juego bifronte que no admite coherencia alguna salvo por el hecho de que se sintetiza en las mismas siglas. Veamos.

1. El pecado original de Sánchez, según el PP, es que reaccionó tarde e ignoró los primeros síntomas de la epidemia; sólo proclamó el estado de alarma cuando los estragos eran evidentes. López Miras, advertido de que el presidente del Gobierno anunciaría el confinamiento en una rueda de prensa, adelantó la suya propia para exigir el cierre del litoral regional, lo que le permite presumir de adelantado. Sin embargo, Casado se ha abstenido en la última prórroga del estado de alarma y anuncia su voto negativo para la próxima. ¿Cómo explicar que Sánchez actuara inicialmente con demora y ahora, cuando mueren doscientas personas al día, deba levantar la excepcionalidad?

2. A la misma vez que Casado renuncia a apoyar el estado de alarma, López Miras pide al Gobierno central que controle la movilidad entre provincias a fin de que no nos invadan los foráneos con segundas residencias que pudieran portar el virus. A todas luces, son peticiones incompatibles entre sí.

3. Cuando Sánchez advirtió a Casado en el Congreso de esta contradicción, aludiendo a que el presidente murciano le exigía que controlara el desplazamiento de madrileños a la costa murciana y esto solo podría realizarse mediante la continuidad del estado de alarma, López Miras reaccionó acusando a Sánchez, cómo no, de perjudicar a la Región, pues estigmatizaba a ‘los madrileños’, a los que él nunca había mencionado de modo preciso. Sin embargo, sólo pudo referirse a ellos cuando se alarmó públicamente por el desplazamiento masivo a la costa el fin de semana previo a la proclamación del estado de alarma. Este matiz (la elusión a ‘los madrileños’) ha sido instrumentado por López Miras para intentar desplazar la atención del argumento principal, que está en el núcleo del razonamiento de Sánchez, pero en vez de aceptar éste como lo que era (la defensa de la reclamación del presidente murciano) hizo una finta colateral para que no adquiriera firmeza la contradicción con su líder nacional.

4. Los primeros movimientos callejeros a la entrada de la Fase 1 en Murcia obligaron a López Miras a declarar que si no se mantiene la disciplina social sobre las normas de protección no dudará en hacer retornar a la Región a la Fase Cero. Pero ¿cómo podría hacerlo si Pablo Casado pretende clausurar el estado de alarma y, con él, la propia existencia de las fases de desescalada?

5. Una de las razones que esgrime Casado para no prolongar el estado de alarma consiste en tratar de demostrar que Sánchez hace de su capa un sayo y aprovecha la excepcionalidad para tomar decisiones que debieran proceder del Parlamento. A la misma vez, en la Región de Murcia, López Miras, emboscado en la distracción central de la pandemia, ya ha dictado un rosario de decretos-ley con los que ha modificado la médula capital de la política autonómica en capítulos como Fomento, Puertos, Vivienda, Suelo y Medio Ambiente, además de prorrogar clandestinamente la licencia de la televisión autonómica, técnicamente improrrogable. Casi nada. Nunca ha ocurrido en la historia de la Región de Murcia que las leyes capitales hayan sido desmontadas por decreto en menos de un mes.

5. En cuando al decaimiento de la actividad parlamentaria en favor de la discrecionalidad del poder ejecutivo, al menos el presidente del Gobierno central se somete a las sesiones de control, además de negociar con unos y otros la continuidad quincenal de las prórrogas del estado de alarma. Aquí, el Parlamento regional solo sirve para pasar decretos y ha quedado para financiar encuestas dirigidas por asesores electorales del PP con el resultado que cabe esperar. Al menos, el CIS de Tezanos, por muy estupefaciente que sea, tiene la decencia de hacerlas públicas para todos los medios de comunicación, mientras en Murcia las del Cemop, financiadas con dinero público, son convenientemente filtradas con antelación a medios donde colaboraran los directores de ese chiringuito.

7. Casado reprocha a Sánchez, y en este caso asistido plenamente de razón, que no dé a conocer la composición del comité científico de expertos que asesora a su Gobierno acerca de las decisiones que éste ha de tomar en relación a la pandemia. Pero López Miras ni siquiera conoce el nombre de los suyos, y tiene que consultar en plena rueda de prensa al consejero de Sanidad.

8. Cierto que López Miras no ha relacionado, como Casado, las manifestaciones del 8M con el brote del coronavirus (ya hay otros que lo hacen por él), entre otras cosas porque el murciano tranquilizó a la población sobre el impacto del Covid días después de aquella celebración, de modo que sería demasiado cínico acudir a ese recurso, pero las contradicciones internas son marca de la casa, a juzgar por el hecho de que la presidenta madrileña, Ayuso, aliente las manifestaciones callejeras (Madrid, Fase Cero, recordemos) contra el Gobierno. Por lo visto, las concentraciones feministas son víricas mientras las de quienes, pegados a pespunte, esgrimen cacerolas mientras mueren al día doscientas personas son sanas concentraciones ciudadanas.

La crítica al Gobierno central, que no puede ser inmerecida, pierde legitimidad cuando quienes la elaboran reproducen en las Comunidades en que gobiernan los vicios que denuncian. Los discursos de Pablo Casado en el Congreso serían más coherentes si cuando menciona a Pedro Sánchez escucháramos el nombre de López Miras. Muchas de las decisiones, declaraciones y actitudes que presentan como reprochables parecen dispuestas, en el mejor de los casos, en papel de calco.