Si nos pidieran que imagináramos la peor pesadilla posible, seguramente habría una serie de ingredientes que acompañarían a este mal sueño en los que coincidiríamos la mayoría. La emoción que va asociada a la pesadilla, sin lugar a duda, es el miedo, que llevado al extremo se convierte en terror, en horror, en pánico. Todas estas graduaciones o sinónimos del miedo, suelen estar focalizadas en algo o alguien que nos lo produce, algo o alguien que sentimos como una amenaza porque puede dañarnos a nosotros o a quienes amamos. Por tanto, otro de los ingredientes que acompañan al miedo es el agente que lo provoca.

Pero vayamos un poco más allá en el razonamiento, ahondando más en la situación: si algo o alguien es capaz de provocar una emoción similar al miedo es porque tiene caracteres cercanos a la maldad, puede ser perverso, horrible, siniestro, oscuro, con aviesas intenciones hacia nosotras, o es arrastrado por una fuerza irracional que no es capaz de controlar.

Recordemos por un momento nuestros miedos infantiles, aquellos que nos hacían estremecer hasta dejarnos paralizados y recordemos qué era lo que los provocaba; nos remitiremos entonces al hombre del saco, a las brujas, los ogros, monstruos y fantasmas, demonios y otros seres que se colaban en nuestro subconsciente a través de cuentos y leyendas y acompañaban nuestras noches oscuras, atormentándonos.

Si a estos ingredientes que acompañan a las pesadillas añadimos un contexto determinado, en el que el ser perverso, de perversas intenciones, que nos produce terror, nos acecha en un lugar del que no podemos escapar, una casa cerrada, un laberinto, un castillo lleno de pasadizos sin salida, nuestra pesadilla va adquiriendo tintes imposibles de soportar.

Estar confinados en una casa con nuestra familia, a consecuencia de la pandemia, como está ocurriendo ahora, no debería ser ninguna tragedia, sino todo lo contrario. Compartir estos momentos difíciles hacen que nuestro aislamiento sea más llevadero porque estamos con aquellos a quien más amados, nuestros padres, nuestros hijos, nuestras parejas, personas con las que hemos elegido libremente compartir nuestra vida.

Pero la situación es muy diferente cuando la obligada convivencia se lleva a cabo con alguien a quien tememos, alguien a quien percibimos como amenaza, y de quien ahora, en estos momentos de confinamiento, es imposible escapar. Este es el caso de las víctimas de violencia de género, presas bajo el mismo techo que sus maltratadores.

Si la vida de las mujeres maltratadas ya es de por sí una terrible carga, en pleno encierro se convierte en la pesadilla de la que hablamos porque aglutina todos los ingredientes que la caracterizan: el ser malvado, el monstruo que nos atemoriza, del que ahora no podemos escapar ni eludir sus siniestras tácticas de extorsión y sufrimiento. No hay resquicio ni grieta por la que respirar sin las rutinas diarias anteriores a la crisis.

Debe ser esa la causa por la que durante las últimas semanas, en España, el teléfono 016, el que las autoridades han habilitado para que puedan dirigirse las mujeres cuando se sienten amenazadas por su maltratador, ha aumentado un 20% las llamadas de auxilio.

Es esta una situación compleja, en la que la capacidad de respuesta de las instituciones gubernamentales, orientadas como están casi por completo a la superación de la crisis sanitaria, se ha visto mermada, incluso se han tenido que suspender gran parte de servicios públicos y sociales no esenciales. Pero aún así, todos los países de nuestro entorno, incluido España, han entendido que la amenaza de las mujeres víctimas de violencia de género es un problema esencial y han puesto en marcha servicios para atenderlas.

Recién declarada la pandemia, ONU Mujeres advirtió que las medidas que se están implementando de cuarentena y asilamiento social pueden generar un aumento de la violencia de género que padecen las mujeres. María Noel Vaeza, directora regional para las Américas y el Caribe asegura que «el hecho de que el hombre no tenga acceso al trabajo, tenga mayores frustraciones por el hecho de no poder proveer para su familia y carezca de distracciones va a aumentar la violencia doméstica».

El ministerio de Igualdad de Oportunidades de Italia recordó hace semanas que la cuarentena no detiene el servicio de atención a la violencia contra las mujeres, y da libertad para salir de casa a estas víctimas para que puedan llegar al 'centro contra la violencia'.

Francia, desde la Secretaría de Estado para la Igualdad, ha emitido mensajes de alarma en este sentido y ha instado a todos los departamentos que supervisen la situación de los centro de alojamiento de emergencia como medida de protección a las víctimas.

En Reino Unido, Tanya Pinnock, activista que trabaja con jóvenes y familias desfavorecidas, manifiesta que el abuso doméstico «trae un nuevo conjunto de desafíos porque si observamos el control coercitivo, la táctica clave para el maltratador es aislar a las víctimas. Entonces, si el Gobierno, por razones obvias, está alentando a las familias a autoaislarse, en realidad le estamos dando poder al aislador para que continúe abusando, debe haber una respuesta de salud pública en términos de las víctimas de abuso sexual y violencia de género».

En Alemania se ha emitido el aviso por parte de la Oficina Federal de Asuntos de Familia y la Sociedad Civil, alertando a los departamentos correspondientes que dada la dinámica de los acontecimientos y las medidas políticas para contener la epidemia, es posible que no podamos garantizar el asesoramiento de manera regular a las mujeres víctimas de violencia de género.

En España, el Consejo de Ministros, a propuesta del ministerio de Igualdad, ha aprobado un Decreto-Ley de medidas urgentes en materia de protección y asistencia a mujeres víctimas de violencia de género que presenta un paquete de medidas, entre las que se incluyen el refuerzo de sistemas de atención telefónica y la introducción de un canal whatsapp; la consideración como esenciales de los servicios de atención a las víctimas; la garantía del normal funcionamiento de centros de emergencia, acogida, pisos tutelados, y alojamientos seguros, entre otros, que el Congreso convalidó el 29 de abril con el voto en contra de Vox y la abstención del PP. La ultraderecha rechaza este Decreto con argumentos como que es «propaganda feminista marxista» o que «es lamentable que hoy, con 25.000 fallecidos y en la debacle económica estemos hablando de violencia de género», y otros similares. Se sitúan en contra de que se utilicen recursos públicos y tiempo en proteger a las víctimas de violencia de género. Argumentos derivados, claro está, de su negación de la violencia de género como problema y su no reconocimiento de estas mujeres como 'víctimas'.

De manera global, todos los países han contemplado la violencia de género como un problema que puede verse agravado por la situación de pandemia que estamos viviendo y, en mayor o menor medida, todos consideran que no se puede dejar de proteger a estas mujeres ni a sus hijos, así como que debe ser tratado como un asunto de salud pública más. Esperamos que nuestro compromiso social contribuya a reconducir las consecuencias de esta situación y que no sean tan nefastas como se prevé para las víctimas, utilizando todos los medios a nuestro alcance, sin demoras ni argumentos falaces. La vida de estas mujeres está en juego.