Una película española, con José Sazatornil, se llamaba precisamente así, Si las mujeres mandaran (o mandasen). Contaba, en tono de guasa, la clase de mundo que tendríamos si las mujeres ocupasen el rol de los hombres de entonces, es decir, si fuesen ellas las cabezas de familia, y ellos los amos de casa.

Mira por dónde, actualmente hay varios países (pocos, pero en fin) en los que las mujeres mandan. Y no sólo no ha pasado nada grave, como temían en la película, sino que esos países han sido los que mejor han liderado la lucha contra el coronavirus, y los que se presentan como más preparados de cara al tsunami económico. Para que veas.

Ahí tenemos un ejemplo tangible de que allí donde las mujeres mandan y se hacen las cosas al modo femenino el mundo no sólo no se acaba, sino que los resultados son radicalmente distintos, para mejor.

La que tenemos es la versión actualizada y pulida de aquella viñeta de Forges en la que le preguntaban a una mujer por su profesión, y empezaba a soltar una ristra de trabajos: «Limpiadora, cocinera, maestra, telefonista, psiquiatra, enfermera, pediatra, economista, intendente, sensual geisha y amante». «Todo eso no cabe». «Pues ponga ama de casa. Es lo mismo».

Tradicionalmente las mujeres hemos hecho ese trabajo que no se ve, pero que es imprescindible. Estas líderes han tenido en común dos cosas: por un lado, la puesta en práctica de algunas virtudes tradicionalmente femeninas: ser previsoras y prácticas, sacando partido a los recursos disponible, y estableciendo alianzas estratégicas y útiles. Pero, por otro, estoy segura de que, a pesar de sus puestos de alto nivel, han seguido teniendo un ojo, todo el tiempo, en deberes y en logística familiar. Así que, si estas mujeres son presidentas de sus respectivos países, qué duda cabe que son unas supervivientes natas.

Esa capacidad de sufrir sin enterarte que tenemos las mujeres, que ahora se llama resiliencia, es lo que ha hecho que estas señoras hayan elevado a niveles estratosféricos la capacidad de respuesta de sus países: han acopiado material médico de forma previsora y han establecido alianzas con todo aquel que fuese útil y necesario, dejando a un lado diferencias políticas. Por ejemplo, la Merkel ha convocado un Gobierno paralelo para gestionar esta crisis.

Estas mujeres, como lo haría una buena madre de familia, se han aliado con sus conciudadanos, transmitiéndoles y haciéndoles partícipes de la gravedad de la situación. Digo que han hecho como las buenas madres, porque una buena madre es la que se termina haciendo innecesaria. Su objetivo es formar seres independientes y autónomos, capaces de evaluar y de gestionar eficazmente su vida. Estas mujeres ejercen un liderazgo eficaz, no de propaganda.

Tomando, por ejemplo, dos de las medidas más importantes, el confinamiento y los tests, el modo en que estas mujeres las han puesto en práctica no tiene nada que ver con cómo se han hecho esas mismas medidas, por ejemplo en España. En cuanto al confinamiento, pasadas las primeras semanas de incubación, a mi modo de ver, atenta contra la dignidad humana. No sé tú, pero yo me he sentido encerrada y olvidada. Por un momento creí que deberíamos estar en casa hasta que saliera la vacuna. Menos mal que en Europa han empezado a salir, y no ha habido más remedio que pensar en soltarnos. Pues en esos países liderados por mujeres, el confinamiento ha sido mayoritariamente voluntario, tras ser la población debidamente informada, y ello en las formas, y con los tiempos necesarios. Otra muestra de que la capacidad de previsión femenina resulta muy útil en situaciones de emergencia. Es importante considerar que los ciudadanos podemos pensar por nosotros mismos.

Mira, por ejemplo, los que han salido con los perros: ¿Ha habido algún problema con ellos? ¿algún contagio masivo entre paseadores caninos? Diría que no.

El confinamiento en esos países no ha ido a bloque, como aquí, sino que ha ido de la mano de los tests masivos. Con nuestro método, los positivos también los tenemos aislados, pero en cajas de pino, bajo tierra.

Lo más importante, la prueba de la diferencia entre estas lideresas y sus homólogos masculinos, es que, ante la gravedad de la situación, la han afrontado sin miedo y dejando a un lado afrentas políticas para luchar contra este enemigo invisible y letal. Nuestras prioridades como mujeres obviamente son diferentes, y la piedra angular de la lucha contra un virus desconocido era la unidad y la eficiencia.

Ellas lo vieron venir y supieron actuar. Intuición femenina.