Y llegó la guerra. Y las personas que están al mando de la misma son los que menos padecen. Los soldados que estamos en primera fila de batalla somos los mártires. Pero el virus no entiende de banderas, ideologías, raza, condición social y demás. Solo la ciencia será capaz de vencer esta batalla junto con la ayuda de este magnífico pelotón: nuestros sanitarios. Pero como en toda guerra, el que gana siempre será el que mejor se proteja.

Y están nuestros gobernantes, que mandan a sus héroes a batallar con pistolas de juguete, con mentiras y engaños haciendo creer a la población que ganarán la batalla puesto que son los mejores soldados y superhéroes del mundo entero. Llevan las mejores municiones: no os preocupéis por nuestros soldados, pues aquí estamos nosotros, los gobernantes, que les entregamos las mejores armas para luchar contra nuestro enemigo, el Covid. Y salgamos a aplaudir cada día a nuestros héroes al balcón, que son los más inteligentes y fuertes del mundo entero, pues con coraje y pasión vencerán a nuestro enemigo. Sin embargo, se olvidan de que ellos no son superhéroes y que no tienen capa, mascarillas ni EPIS y no podrán luchar contra la crueldad de tan diminuto asesino. Y van cayendo en la batalla día a día y su memoria quedará en el olvido.

Dicen que en momentos de guerra hay más compasión. No os preocupéis vosotros, nuestros soldados, pues aquí estamos todos rezando por vosotros, escondidos en nuestras casas y en nuestros despachos. Y cuando acabe todo esto caeréis todos en el olvido, como cada soldado que ha ido cayendo en tan cruel batalla. Y las medallas, los honores, se las atribuirán a nuestros generales, políticos y dirigentes.

Las decisiones equivocadas, embustes, ineficiencias e incompetencias serán borrados por la euforia de la victoria y nuestros medios de comunicación se olvidarán de los que perdimos en esta batalla. Y no olvidemos que cada uno de estos héroes está luchando sin la munición adecuada. Así que el resto de la población se queda en casa hasta nuevo toque de queda, porque no tenemos munición para todos los demás, solo unas cuantas bolsas de basura para intentar despistar a nuestro enemigo.

Pero estos héroes no deben rebelarse; ya inventaré yo una ley nueva que los haga callar: el miedo.

Y como en toda guerra luchan por los demás, por sus hijos, hermanos, abuelos y compañeros. Y ya que no tienen armas para protegerse, sus valores son la solidaridad, la fraternidad y el servicio a los demás.

¡Hay que luchar, soldados!

Pero, ¿cómo? se preguntan nuestros héroes y heroínas. ¡Si no tenemos protección!

No hace falta protección, mis queridísimos soldados, responden nuestros generales escondidos detrás de un despacho y obligados a decir tal patraña de mentiras porque no quieren perder su privilegiada situación.

¿Y así queremos todos juntos vencer esta guerra? Mal pronóstico auguro, mi querido lector.

Y es que ellos no quieren ser superhéroes, quieren respeto, protección y dignidad. Está claro que nuestro enemigo aprovechará estas debilidades y arrasará al más frágil e irá contra aquellos que osan a plantarle cara sin la protección adecuada.