De la infinita cantidad de 'menes' y tonterías que circulan por las redes en estos atribulados tiempos, me llamó la atención uno en el que se simulaba una hipotética conversación entre los Gobiernos del mundo y el ARN-bicho más famoso de la historia.

El diálogo tenía humor, trascendencia y bastante mala uva:

Gobiernos: «No es posible atajar el cambio climático drásticamente».

Coronavirus: «¿Qué no? ¡Sujétame el cubata!».

El caso es que los datos de cómo ha bajado la emisión de gases efecto invernadero relacionada con el uso de la energía en el mundo son espectaculares. Los contaminantes vinculados al tráfico han descendido un 75% en Barcelona y un 57% en Madrid, y en nuestra Región han bajado entre un 36% y un 87% en Murcia, Cartagena y Lorca. Hasta el secretario general de Naciones Unidas ha declarado que «aunque el alivio sea momentáneo y no resuelva, de fondo, la crisis climática actual, lo cierto es que el coronavirus está trayendo buenas noticias al medio ambiente».

Desde luego no hay nada que agradecer a Covid-19 (me sigue cayendo igual de antipático), pero sí mucho que reflexionar sobre este suceso.

Otros cientos de mensajes, noticias, vídeos e informaciones están dando cuenta de cómo el medio natural agradece el confinamiento que a nosotros nos agobia. Muchas son anécdotas sin valor científico, pero cosas como ver ciervos corriendo por el centro de una ciudad japonesa, flamencos alimentándose en playas urbanas españolas vacías de gente, delfines en los canales de Venecia o cabras montesas tomando la Plaza Mayor de Chinchilla, son mensajes sobre nuestra relación con el entorno que guardan una fuerte carga simbólica y representan toda una idea. Porque nosotros hemos parado, pero la vida florece en nuestro exterior.

Además de las anécdotas, los científicos están ya comenzando a publicar datos sobre los procesos que el vaciamiento de personas están suponiendo en el medio natural. Y, perdonen que les diga, los datos son abrumadoramente positivos. Los especialistas en aves rapaces, por ejemplo, ya prevén para esta primavera una explosión de éxito reproductivo de las parejas. La prohibición temporal del comercio de fauna silvestre impuesta por China para combatir el coronavirus ha dado un inesperado respiro a decenas de especies de animales amenazados. Y son centenares las informaciones que apuntan en la misma dirección, demostrando que el resto de las especies están, lamentablemente, mucho mejor sin nosotros.

En nuestros propios montes y campos murcianos, la naturaleza redoblada, la naturaleza elevada al cubo, aprovecha la combinación de soledad y lluvias abundantes para explotar en una primavera ecológicamente espectacular.

En fin, que todo esto dice bien poco sobre nosotros mismos y sobre cómo tratamos a nuestro entorno. Quizás, si reflexionamos, decidiremos a futuro ser una especie menos estresante para las restantes especies e integrarnos mejor con el ecosistema global. Sé que todo esto suena utópico. Pero si en pleno confinamiento no estamos para utopías, entonces para qué estamos.