El 28 de abril acabé el día celebrando la victoria en las elecciones generales del PSOE con un chupito de Jäger y unos meses después, lejos de arrancar la investidura de Sánchez, nos encontramos ante otra cita con las urnas en un mes. ¿Es buena hora para empezar a beber?

Esto ya lo predijo Tim Burton rodando hace 25 años Pesadilla antes de Navidad. La ciudad de Halloween se ve amenazada por el Rey de las Calabazas, que pretende secuestrar a Santa Claus y acabar con la Navidad.

Si hacemos una lectura política del argumento de la peli, España sería Halloween; el Rey de las Calabazas, el bloqueo provocado por los intereses partidistas; Santa Claus y la Navidad, la estabilidad y el Estado del bienestar que peligran ante la inestabilidad política y la posible recesión. Poético, ¿no creen?

Y, como el destino es caprichoso, qué mejor que la noche del arranque electoral coincida con la adoptada festividad yanqui de Halloween y su truco o trato en clave de campaña, voto o abstención.

¿Tienen imaginación? Porque la mía es infinita y no puedo evitar imaginarme una fiesta de Halloween donde Pedro Sánchez aparecería disfrazado de Drácula, pero no el de Coppola, sino a lo Barrio Sésamo. ¿Se acuerdan del vampiro morado con monóculo que no dejaba de contar? Como Pdr contando escaños con las posibles alianzas para formar Gobierno tras el 10N.

O Pablo Iglesias de Jasón, con su motosierra de La Matanza de Texas, pasando a cuchillo a todo el que se cruza en su camino. ¡Anda!, ¿esto no les suena?

Pablo Casado iría con Teo, ambos de hermanas del pasillo de El Resplandor, y Albert e Inés serían el sacerdote y la niña de El Exorcista implorando constitucionalismo con un crucifijo ante un poseído Torra.

A Santiago y sus compinches, que quieren volver al 39, no les invito; es una fiesta para demócratas no agitadores de extrema derecha que, seguro, aparecen disfrazados de tunos. Por ahí no paso.

Por si no tuviéramos ya una fiesta terrorífica animada, aparece Íñigo Errejón, al que imagino como el niño de El sexto sentido que en ocasiones ve muertos de Podemos por todas partes.

Sin duda, Íñigo se cuela en la fiesta (como dice la letra del temazo de Mecano) dando una clase de sentido común al resto, que durante meses han mostrado su incapacidad para dejar sus intereses y centrarse en medidas para gobernar un país que necesita poner en marcha la legislatura.

Aun así, ¿ustedes creen que la situación cambiará mucho tras el 10N? Sinceramente, yo creo que no. Es fundamental explicarles a todos que después de las elecciones se tienen que entender. Pluralidad, sentido común y acuerdos. Repitan conmigo, señores políticos: pluralidad, sentido común y acuerdos. No puede ser tan difícil.

Hay un riesgo y es el enfado, el normal enfado y hartazgo de todos, que no se puede convertir en abstención. No hay que buscar culpables, lo fundamental es que somos nosotros los que pagamos la fiesta de la democracia una vez más. Así que volvamos a votar. Entiendo que no nos queda ilusión, pero nosotros sí estamos a la altura de las circunstancias cada día cuando suena el despertador. Intentemos, una vez más, que se sienten a negociar y construir.

Tenemos muchos frentes abiertos y seguimos perdiendo el tiempo: el Brexit, la vergonzosa respuesta de Europa al mayor éxodo de refugiados jamás vivido, la inmigración o el cambio climático, por no hablar de los más afectados ante este bloqueo en nuestro país, como son los mayores. Pensiones dignas, ayudas a la dependencia, conciliación, violencia de género, financiación autonómica, pacto nacional de educación, Cataluña€ ¿No les da vergüenza que sigamos con los presupuestos de Rajoy prorrogados?

En clave regional, me siento más impotente aún al ver que después de veinticinco años seguimos con los mismos temas encima de la mesa: infraestructuras, Mar Menor, identidad, financiación y dos huevos duros. No esperen mis aplausos y alabanzas, no se las merecen.

Les voy a seguir de cerca y espero el próximo 10N volver a tomarme un chupito de Jäger para brindar por un Gobierno de consenso. Jueguen limpio, hablen claro, no manipulen los discursos y dejen de tomarnos por tontos.