Hay ochocientos murcianos más cachondos que el resto de la población autóctona. Reciben una vez al mes la llamada de los becarios del CIS de Tezanos y cada vez responden cosas distintas. En diciembre, la mayoría de ellos coincidía en que el PSOE ganará ampliamente las elecciones en la Región de Murcia, pero en enero daban la victoria al PP hasta el punto de que este partido arrasaría a todos los demás. A ver si nos aclaramos. Puede que tanto vaivén predictivo en tan poco trayecto constituya una estrategia gubernamental para desconcertar a los adversarios del PSOE, pero me temo que éste es el primer estamento que sufre de vértigo. Así no se pueden hacer unas listas.

Porque no es lo mismo ir de número tres en diciembre que aceptar la plaza en enero sin saber qué nos traerá febrerico el corto. O marzo, ya que estamos.

En el PSOE murciano andan de los nervios, porque si lo de Tezanos es una maniobra para desequilibrar a los demás, como sugiere el resto de los partidos, a ellos nadie se lo ha advertido. Pueden sospechar que el secreto de estas operaciones no se desvela, pero es lógico que recelen. ¿Y si lo de Tezanos no es una estrategia sino una incompetencia? Es más que posible, si se observa con vistas a Andalucía. Pero ¿es lógico que alguien proclame su incompetencia con tanta voluntad? A lo mejor es que Tezanos piensa en algo.

De ahí que Diego Conesa, el líder regional socialista, se desenvuelva en la duda metódica. Que ya sabemos que no, que lo tiene todo muy claro, pero dado que es apelado continuamente a pronunciarse sobre la colocación de sus piezas, hace como que está meditando. Y así, en el PSOE murciano hay quienes empiezan a añorar la Mesa Camilla. En otros tiempos, se reunían cuatro o seis y lo decidían todo. El sistema no era muy presentable, pero estaba aceptado. Se sabía quiénes estaban en la Mesa y qué negociaba cada cual. De ahí se ha pasado al silencio de la ejecutiva. Nadie sabe nada. Salvo el líder, si es que éste sabe algo aparte de sus intenciones.

Las elecciones generales se han cruzado antes de las autonómicas, y esto lo ha trastocado todo. También en el PSOE, que es el responsable de la sorpresita.

Problema número uno: Joaquín López tendría que haber sido la cabeza del cartel electoral al Congreso según se desprende, dicen algunos de la casa, de un pacto formal que procede de las primarias que, con el apoyo del vicesecretario, ganó Conesa. Pero por el camino se ha cruzado Pedro Saura, quien en el momento de aquel supuesto acuerdo parecía estar políticamente amortizado y que, sin embargo, se instituyó inesperadamente como 'ministro de Infraestructuras' en el Gobierno de Pedro Sánchez cuando éste desplazó a Rajoy de la Moncloa y rompió las reglas del juego que regían hasta ese momento. Las rompió para bien de los socialistas, claro, especialmente de Conesa, que se vio en la delegación del Gobierno, pero como él hubo otros inesperados primados. Uno de ellos, Pedro Saura, precisamente porque gracias a las competencias de gobierno que cayeron en sus manos, ha sido artífice principal del cambio de política en la Región en los asuntos de la 'agenda profunda' del Gobierno regional: AVE, aeropuerto y otras múltiples iniciativas relacionadas con Murcia y Cartagena que dependen de los presupuestos de su secretaría de Estado.

Tal es así que si el PSOE pretende reivindicar en la Región sus políticas de reajuste, el protagonista no es otro que Pedro Saura. Poner otro cartel supondría desplazar la atención de lo principal y perder el mejor activo de la política de Sánchez en Murcia. Y más ahora, cuando la torpeza de López Miras ha hecho revivir el asunto del soterramiento del AVE, enfrentando al presidente de la Comunidad con el propio alcalde de su partido, Ballesta, y esto cuando la polémica estaba apaciguada, y lo estaba precisamente por una inteligente actuación del ministerio de Pedro Saura.

José Luis Ávalos, el jefe político de Saura, además de ministro de Fomento es secretario de Organización del PSOE, es decir, quien da el plácet a las listas electorales, y parece que ya ha enviado un sutil mensaje, lógico por otra parte: «Quiero a Saura en Madrid». Esto trastoca el plan local inicial, pues desplazaría a Joaquín López al tercer lugar de la lista, por debajo de la vicesecretaria Gloria Alarcón, a la que Conesa lanzaría al Congreso para manejarse con más comodidad 'centrista' en la Asamblea Regional, donde preferiría pactar con Ciudadanos, un partido con el que previsiblemente Alarcón no compatibilice.

¿Aceptaría López el número tres de la candidatura al Congreso, una vez que Pedro Saura se ha interpuesto en su camino? Habría que preguntárselo a él antes que a Tezanos, pues éste cambia cada mes de opinión sobre la suerte del PSOE. Pero los socialistas parecen contar con sondeos propios que deben valorar más sensatos que los del CIS, y éstos dan opción a la tercera plaza. Los diez diputados por Murcia se repartirían así: 3, PP; 3, PSOE; 2, Cs; 1 Podemos, y 1 Vox. Si hay quien se lo crea, podría aceptar el número tres de la candidatura socialista. El problema número dos es que ésta se suele diseñar con criterios de territorialidad. Así, el número 1, Pedro Saura, cubriría la cuota de la comarca cartagenera, pues es de Torre Pacheco, pero Gloria Alarcón y Joaquín López son de Murcia, de modo que Lorca tendría derecho a reproche. También es cierto que si se tiene fe en que el PSOE de Sánchez se mantendrá en la Moncloa, las listas 'correrán', pues se supone que Saura volverá a su secretaría o a otro cargo similar, y habría escaño para quienes opten desde el límite.

Mientras tanto, las agrupaciones del PSOE siguen haciendo su trabajo, consistente en proponer candidatos mediante elecciones internas para cada una de las convocatorias. Es probable que la profusión de aspirantes que se da en algunos casos habría remitido si desde la dirección del partido se hubieran emitido señales acerca de los candidatos que realmente serán propuestos, pero 'el silencio de la ejecutiva' conduce a que el proceso se desarrolle y que lo haga con cierta conflictividad. Y es que lo que se percibe en las agrupaciones es algo especialmente grave: la brecha de las primarias que enfrentó a Diego Conesa con María González Veracruz no se ha cerrado. Esto es bien visible porque en las agrupaciones bajo dominio de los 'gonzalistas', como es el caso de la que dirige el diputado regional Emilio Ivars, se presentan 'conesistas', si bien con escaso éxito.

Por su parte, el diputado regional Antonio Guillamón también está haciendo su campaña interna en la comarca de Cartagena, solapando la influencia de la alcaldesa, Ana Belén Castejón, y dejando constancia implícita de que representa a Conesa frente a quienes no lo apoyaron en las primarias. Guillamón competirá en San Javier incluso con Rosa Peñalver, que ha sido en esta legislatura la estrella institucional del PSOE como presidenta de la Asamblea, y sería muy extraño que no fuera invitada a repetir.

Pero la clave no está en quién gana o pierde el pulso en las agrupaciones, sino el hecho de que éste se sigue dando, prueba de que la famosa integración no se ha producido ni hay señales de que se produzca. De hecho, a María González parece que se la remite al Senado («el Senado sí o sí, o lo tomas o lo dejas», aunque ella asegura que no ha recibido propuesta alguna), lo cual no parece un gesto de plena convicción reparadora. Y hay que recordar que las primarias para la secretaría regional se saldaron con una diferencia muy escasa de votos. El 'sindrome de Andalucía' está presente, pues una de las causas que se señalan para justificar la abstención del electorado potencial de Susana Díaz fue que ésta no se dignó integrar a los 'sanchistas'.

González Veracruz es un jarrón chino. Si tiene un papel destacado en cualquiera de las listas electorales, Conesa habrá actuado con inteligencia: no tanto se trataría de practicar el buenismo con su adversaria electoral de otro momento como de mostrar largueza política para apagar fuegos internos, así como para implicarla en las consecuencias electorales si éstas no fueran del todo satisfactorias. La todavía diputada se ha manejado con extraordinaria prudencia desde que perdió las primarias y, que se sepa, no ha conspirado contra el actual aparato, pero es obvio que sigue estando ahí, y muchos con ella. Hacer tabla rasa con la mitad del partido sería una imprudencia por parte de Conesa, y más en circunstancias inciertas, sea cual sea el cambiante criterio de Tezanos a la fecha en que éste se pronuncie o hasta donde llegue la desazón de Sánchez por el hecho de que en su día María González no se tirara tras él por un barranco.

Conesa deberá componer unas listas que no transmitan exclusivamente las lealtades internas a su liderazgo. Por ejemplo, deberá apuntalar a su candidato para la alcaldía de Murcia, alguien tan bienintencionado como falto de cursillos sobre el oficio que pretende. Y así en todo. La perspectiva de un posible triunfo puede provocar el 'mal de altura' antes de que pongan los medios para conseguir una victoria que, de venir, no será sólo por inercia.