Me han pasado un vídeo de Irene Villa en el que sale todo el tiempo sonriendo, y diciendo lo bueno que es estar en paz. Es flipante. Aunque ya sabía que era periodista (también la sigo en twitter, y saca unos artículos muy chulos, en esa línea suya de luchar sonriendo), lo que no sabía es que también es psicóloga. Desde luego, la lección de salud espiritual y de equilibrio mental que da, ya la quisieran para sí otros.

¿A que te acuerdas de donde estabas el día del atentado contra Irene Villa? Yo vi las imágenes en la tele de la cocina cuando volví a mi casa a comer. Creo que todos recordamos la imagen de la madre, incorporándose desde el suelo, como una muerta viviente, despedazada y aun así viva todavía. Terrorífico. Por la supervivencia de Irene nadie daba un duro, e incluso comentábamos en el colegio (somos de la misma edad), lo horrible que debía de ser seguir viva así. Pues ahí la tienes, treinta años más tarde, diciendo que uno es más feliz perdonando. Tal cual. Y no porque haya que perdonar, ni por irse al cielo, ni por ser buenos€ nada de eso. Ella dice que hay que perdonar por uno mismo. No por el otro (que le pueden dar morcilla). Desde luego, a esta chica le quitarían las piernas, pero en su lugar le salieron un par de narices.

Visto así, para aquellos miserables que idearon el atentado (ese y todos los demás) y que colocaron la bomba, el mayor castigo debe de ser verla viva y así de fuerte. Ninguna sentencia judicial puede igualar la sentencia moral de ser ella quien les perdone sus vidas a ellos, por lo poco que valen. Al lado de esos pobres diablos, a Irene se le ve gigante. Ella les habrá perdonado, pero tengo la sensación de que el resto de españoles les odiamos con todo nuestro ser.

He estado cotilleando sobre ella en las redes, y claro, por eso es psicóloga: superar que te arranquen medio cuerpo no debe de haber sido nada fácil, y la entereza que tiene ahora, al fin y al cabo, le ha costado treinta años, día a día, que se dice pronto.

Qué importante es tener un buen coco. Dice en el vídeo que quiere que sus hijos sean fuertes, y que la única manera de que se hagan así es dejarles que tropiecen con piedras bien grandes. Que de la adversidad sale un nuevo ´yo´ hiperfortalecido, y que vale la pena la transformación. Vaya tela.

Es curioso, porque al lado de su vídeo te pones a leer el periódico, y entre el chantaje de las grabaciones de Villarejo (madre mía, qué gustazo se tiene que estar dando la Cifuentes), y el vaivén de cacerolas y de cocinillas internas, que si el veto a los presupuestos, que si el fichaje de fulano de tal, para el partido de cual€ y te parece un circo ridículo en el que todos andan pegándose codazos, que ni Christopher Lambert en Los Inmortales: «¡Solo puede quedar uno!». Va a ser verdad lo que decía el santo: todos somos capaces de los mayores errores y de los mayores horrores.

Lo que hace falta es que miremos ejemplos como el de esta chica, que no ha tenido más opción que hacerse fuerte. Qué quieres que te diga, merece la pena vivir en positivo, como dice ella.

Hace falta gente así.