Hago una búsqueda con la frase ´el retorno de los valores´ y lo único que me sale es Steve Bannon y su cruzada ultraderechista. Supongo que ya conocerán a Bannon, asesor electoral de Trump que fue expulsado de la Casa Blanca y que ahora reaparece en Europa dispuesto a impulsar, desde las ideas y el marketing, la insurrección de la ´Europa de los pueblos´ en contra de los burócratas de Bruselas, la corrupción de los partidos políticos y la democracia decadente. Amigo del italiano Salvini y del húngaro Orban, Bannon recorre el continente como un viajante del odio en busca de aliados para su The Movement. Algunas universidades y medios de comunicación le han cerrado las puertas y han vetado sus intervenciones como se hace con aquello que nos da miedo. Nos negamos a escuchar lo que dicen y confiamos en que su mensaje no contaminará a la gente. Pero sí lo hará. A las ideas solo se las vence con otras ideas, nunca con el silencio.

¿No sería mejor poner en evidencia su discurso señalando sus contradicciones, desvelando sus mentiras? Yo creo que sí, pero para eso hay que confiar en nosotros mismos, en la firmeza de nuestras convicciones. Y me parece que el miedo que nos causa y la negativa a dejarle hablar se debe al miedo a nosotros mismos, a reconocer que hemos perdido la brújula, la fuerza, la frescura de nuestras ideas. Ya no creemos en nada y ellos sí. Esa es la verdad. Y cuando la reconozcamos comprenderemos que estamos perdidos, como lo estuvieron otros muchos antes que nosotros cuando se tuvieron que enfrentar, en parecidas circunstancias, al furor de la rabia, al horror de la ira.

El horror siempre llega por el mismo camino, impulsado por el mismo viento del descontento y envuelto en idénticas palabras redentoras. Es tan fácil caer bajo su encanto, creerse sus promesas, que solo resistiremos a su avance desvelando su falsedad y no solo despreciándolo. Cualquiera que se sienta una víctima del sistema y añore una integridad moral en este mundo consumista puede ceder al influjo de este ´Movimiento´, que basa su fuerza en la complejidad de su mensaje y en la identificación de los enemigos: las elites corruptas, la desigualdad, la pérdida de identidad al margen del dinero, la violencia, el estado burocrático que aplasta al individuo.

Si lo despachamos alegremente con la etiqueta de ´fascismo´ renunciamos a desenmascararlo por aquello que tiene de realmente peligroso: roban (para degradarlos) los valores que nosotros hemos olvidado.