Pido perdón antes de nada por soltar este tipo de cita gafapástica a estas alturas de verano, pero resulta que Émile Durkheim (padre, junto a Max Weber y Karl Marx, de la sociología moderna) descubrió hace ya más de cien años que «la mayoría de nuestras ideas, creencias y tendencias no vienen de nosotros mismos sino de fuera, y penetran en nosotros imponiéndose». A este descubrimiento le siguen dos derivadas: que no somos en nuestro fuero interno tan libres como nos gusta imaginarnos, y que a nuestro alrededor se libra una batalla, ideológica, por la conquista de nuestro sentido común.

¿Y esto a qué viene? Dejadme seguir. Caso Juana Rivas. He perdido ya la cuenta de los señoros que lo despachan, en las redes o en las barras, con un «la ley es la ley» o un «la aconsejaron mal», sin entrar en ningún momento a valorar una sentencia manifiestamente tendenciosa y abundante en opiniones personales en contra de la acusada. Estoy llevando a cabo con estas personas un pequeño experimento, consistente en preguntarles a continuación cómo valoran la sentencia del tribunal de Schleswig-Holstein que exculpa a Puigdemont del delito de rebelión. En un porcentaje muy elevado, en este otro caso ya la ley no es la ley, sino una declaración de guerra, o unos jueces manipulados por los medios o un intento de partir España para restarle peso en la UE, entre muchas otras chaladuras, como que las hordas nacionalistas de internet han jaleado al juez Llarena y lo han aconsejado malamente para hacer la de Milikito en Europa con lo de la rebelión sangrienta.

¿Entonces? ¿Por qué unas veces ponemos un gesto como de que nos da pena una sentencia pero hay que acatarla y otras nos unimos al llamamiento de Jiménez Losantos para salir a poner bombas por Alemania en represalia por la libertad de Puchi? Es la ideología, amigo. Te gustaría creer que no la tienes, que todas tus opiniones son fruto de la inmaculada inteligencia que fluye libre en tu interior, pero se te ve. Se te ve mucho. Unas sentencias confirman tus creencias y te dan gustico, otras te ponen volar. No pasa nada. Es tu ideología, pálpatela. Como canta Nacho Vegas: «Ideología en la gastronomía / Ideología en los talent shows / Ideología sin salir de casa / y cuando traviesas el portal / Ideología en los escaparates / en cada esquina de cada ciudad / Ideología en la semana santa / y en la semana del hogar».

Yo quiero mandar desde aquí un abrazo muy fuerte a toda esa gente que no cree en su propia ideología solo porque esta es invisible como, no sé, el Yeti o algo así. La ideología, es cierto, es invisible, pero no como un animal mitológico del que solo hablan en Cuarto Milenio, sino más bien como esa pata del sofá que sueles encontrar de golpe con el meñique del pie cuando atraviesas descalzo el salón de madrugada sin encender la luz. Pablo Casado, sin ir más lejos, le ha declarado la guerra a la «ideología de género» con una batería de propuestas, de entre las cuales destaca (es un decir) la derogación de la vigente Ley del Aborto. En línea con la costumbre de ver la ideología en el ojo ajeno y no el fundamentalismo en el propio, el dirigente popular se ha autoproclamado líder del partido «de la vida y la familia», por supuesto sin ideología ni nada de eso. En la quietud de la noche, la pata del sofá de Pablo Casado acecha, esperando el momento adecuado.