No hay madre o padre que se precie que no lleve en su mochila un bote de árnica para echarle a sus vástagos cuando en las zonas públicas se dan algún golpe. Los efectos analgésicos y antiinflamatorios de este producto -sale de una planta, regalo de la naturaleza- son bastante conocidos y, usados en el momento adecuado, pueden evitar que se tengan que utilizar otros ungüentos farmacológicos más costosos y de efectos secundarios agresivos.

El PSOE ya puede ir buscando botes y botes de árnica para poder salir airoso del morlaco que supone la llegada del AVE a la Región. Y no por la parte vecinal, que confía en que el cambio de gobierno a nivel nacional traiga la pacificación a la zona sur con el soterramiento de las vías del tren, tal y como se propuso en el convenio de 2006 firmado entre el Ayuntamiento, la Comunidad Autónoma y el Ministerio de Fomento. Los vecinos de las pedanías sureñas no se han movido ni un ápice desde el comienzo del conflicto. Piden que el AVE no llegue en superficie al Carmen y que no se ponga la catenaria de 25.000 voltios encima de sus cabezas, además de que no se cierre el paso a nivel de Santiago el Mayor y de que el muro finalmente no sea una realidad.

Sería una aberración, tal y como proponía hasta ahora el Gobierno de la Nación, en manos de los populares, dejar aislados durante casi un lustro a más de 100.000 vecinos. Los socialistas ya han aplicado la primera capa de árnica a los defensores del soterramiento y los policías nacionales que vigilaban a todas horas las ´hordas´ ciudadanas han cambiado su actitud y ya ejercen menos presión. O eso al menos es lo que perciben los que a diario siguen manifestándose a pie de vía en defensa de su territorio.

Lógicamente han empezado por lo fácil. Bajar la presión policial. A partir de ahí, la cosa no será tan sencilla para el nuevo delegado del Gobierno, aún por tomar posesión de su cargo, Diego Conesa, y para el secretario de Estado de Infraestructuras, el murciano Pedro Saura. Lo bueno es que el nuevo presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, ya dejó clara la posición del PSOE en este conflicto. En su visita a Molina de finales de abril, dijo que apostaba por «un AVE que llegue en condiciones y de manera soterrada», toda una revelación teniendo en cuenta que hasta ahora el primer partido de oposición en la Región había intentado nadar entre dos aguas. Por un lado, Princesa defendía el AVE a toda costa y la Glorieta, el soterramiento antes que el tren de alta vecolidad. Las palabras de Sánchez en Molina actuaron también como árnica para el PSOE de la Región que, al menos, lograba así unificar el discurso y tener claro el objetivo.

Claro que eso era cuando Sánchez era oposición. Actualmente está en el Gobierno y es el turno de los hechos y no de las palabras. Unas hechos que, según vocean los socialistas, pasan por el consenso con todos los implicados y por que el AVE llegue a la Región sin causar el destrozo que tenía previsto. Deberán barajar distintas alternativas que aún no se han puesto de manera oficial sobre la mesa y que podrían pivotar sobre trenes híbridos o dejar como estación provisional Beniel.

El hueso duro de roer en este caso ya no serán los vecinos. El PP, Ciudadanos, distintos colectivos técnicos y los empresarios de la Región serán los frentes abiertos a los que el PSOE deberá convencer. Sin duda, necesitará varios kilos de árnica, ya que a algunos de ellos les interesa más el rédito electoral que el bien común. Por nadie pase.