León Felipe ha sido uno de los grandes poetas de la España peregrina, como lo fue también, a su manera, Cernuda. El caso de Felipe, muy personal en sus poemas, es sumamente interesante. Resume la España de la injusticia, del dolor y de la rabia. Había montado una extraña manera de sobrevivir en las dos Españas («Españoles / el llanto es nuestro / y la tragedia también»). La poética de León Felipe contiene todos aquellos elementos poéticos del caminante, de la luz, de la poesía revolucionaria, el éxodo y de la parábola, entre una poesía grave, fortalecida con aquellos momentos de violencia fascista, el exilio y el dolor del paso del tiempo, entre las rejas del peregrinaje, del exilio exterior e interior. En Versos y oraciones del caminante dice, con la sencillez aparente con que trataba su poética: «Ser en la vida romero / romero / solo que cruza / siempre por nuevos caminos? / Que no se acostumbre el pie / a pisar el mismo suelo? / para que nunca recemos / como el sacristán / los rezos?».

Cómico de una compañía de teatro, su vida fue la de un bohemio, adelantado a aquella generación de los 20 y 30 en Madrid. Sus traducciones de Walt Whitman han dejado en sus poemas un modo de proclamas, el grito de algunos de sus momentos poéticos, como sistema y condición de exiliado que pide la palabra. Una poesía la suya entre profética y clásica que se hace intemporal y personal a medida que sigue escribiendo; poesía que será muy estudiada este año, ya que harán pronto los cincuenta de su fallecimiento.

Hoy podemos decir que León Felipe es uno de los poetas más respetados de su tiempo, y tan destacado como los más importantes de los que fueron en aquella extraordinaria generación del 27. Enorme poesía la suya, habilitada para no parecerse a ningún otro poeta y extendido su conocimiento a todo el mundo, sobre todo al idioma inglés; en Inglaterra, el poema teatralizado, y en USA su poesía. Y siempre, siempre, esa poética pura de la que tanto entiende la vida, la poesía que fue escrita para la totalidad de los pueblos, para su gente, porque aunque haya poetas que no creen que la poesía termina siendo para el pueblo, León Felipe ejercía con la suya de esta manera tan peculiar y popular («Poetas, / nunca cantemos / la vida / de un mismo pueblo, / ni la flor / de un solo huerto?»), sabiendo que su grito y su sed de justicia se haría más valedora que si la comunicara tan finamente como para que no llegara a las gentes, porque ese no era su deseo, ya que su vida independiente y bohemia marcó también su obra; una poética que es un canto a la libertad y el reconocimiento universal de la misma, y creyendo como él en la palabra y el oficio de poeta, que después fue tan popularizado por cantautores como Paco Ibáñez. León Felipe, convirtiendo en coro singular aquel que fue primero un grito («Hay un turno de voces: / yo grito, tú rezas, él canta? / El grito es el primero»). Y para hacer más corta la jornada de aquel poeta en solitario («ahora cantaremos en coro, / y cantaremos las coplas / del Gran Conserje Pedro. / Yo llevaré la voz cantante / y vosotros el estribillo / con lúgubre ritmo de allegreto»).