El lunes pasado me atreví a despojarme de las chancletas de dedo y de los calcetines tenis para descender desde mi humilde morada alpina, entiéndase del monte, hasta la feraz llanura. Una buena amiga me convidó a asistir a una jornada poética que organizaba el Centro de la Mujer Abenarabi de Murcia que preside la eficaz y despierta Santi Sevilla. Mi afecto José Ángel Castillo Vicente, renombrado poeta, era la estrella invitada a tan literaria y feliz velada.

Mi gran sorpresa fue la presencia del señor alcalde de Murcia, el espigado y cada vez más enjuto José Ballesta, quien sin pasteles de carne, y desde el umbral de la puerta, sin llegar a sentarse, dirigió unas sentidas y poéticas palabras cargadas de amor a Murcia para comunicar al nutrido público allí congregado que tenía que marcharse debido a sus numerosas obligaciones. Una bocanada de aire fresco fue la lozana belleza, la simpatía, la inteligente agilidad mental y la brillante retórica de la edil Conchita Ruiz Caballero, que puso fin a la frustración de algunos ante la presencia vista y no vista del presidente del Concejo.

Brillantes alocuciones de quienes intervinieron: Soren Peñalver, María Ángeles Ibernón, Marcelino Menéndez Ablanedo y dos o tres señoras espontáneas pertenecientes al centro declamaron sentidos versos del autor invitado. El excepcional rapsoda Juan Masegoso puso voz a los bellos poemas de José Ángel Castillo, tras la proyección de un espectacular vídeo, complemento del libro Abuelos y nietos, última y exitosa obra del ilustre poeta murciano.

El numeroso público asistente pone de manifiesto el interés que suscitan este tipo de actos y la poesía como género literario que sale a flote gracias al esfuerzo de quienes crean cultura desde la base con parcas subvenciones oficiales en el caso de que éstas que existan. El ambiente de teleclub de los sesenta quedó roto ante los versos y estrofas geniales de Castillo, poeta que está revolucionando el ambiente literario murciano con su indiscutible talento.

Éxito que me trasladó a otros días y a aquellos Juegos Florales y Justas Literarias que convocados por el Ayuntamiento murciano se celebraban en el Teatro Romea en fechas primaverales con reinas, damas y mantenedores de la talla de José María Pemán, Montero Galvache e incluso del gran orador Blas Piñar, por aquellos años sesenta, notario en Lorca. Actos que ensalzaban la tierra y la belleza de la mujer murcianas, representadas por señoritas de la ´buena´ sociedad de la época, como María Dolores García Perea o Marisol Doval. Poetas y literatos competían por llegar a conseguir la ansiada Flor Natural que les daría fama y algún premio en metálico nunca desdeñable.

Claro, que aquellos eran otros tiempos y la Cultura se escribía con mayúsculas, incluso en la instituciones oficiales, al otorgar becas y patrocinar premios que sirvieron para fomentarla en todos sus variados aspectos artísticos.