Ahora ya sabíamos de qué iba la victoria del candidato populista Donald Trump y qué sentido tenía el respaldo sobrevenido del Partido Republicano a su candidatura. Como dijo recientemente Nancy Pelosi, la líder demócrata en el Congreso, refiriéndose a la nueva ley de reforma fiscal: «Trump es como Robin Hood al revés: le quita el dinero a los pobres para dárselo a los ricos».

Veracidades históricas aparte (no está nada claro que lo de darle dinero a los pobres forme parte de la biografía del auténtico Robin Hood) la utilidad de Trump para los republicanos consiste básicamente en azuzar el racismo, la xenofobia y los prejuicios religiosos de la envejecida pero mayoritaria clase blanca protestante anglosajona para ganar elecciones y entregar el poder adquirido a los ricos y poderosos, que de esta forma pueden apropiarse de una parte aún mayor de la riqueza que produce el capitalismo norteamericano.

La gran incógnita en Estados Unidos para el próximo año es si los demócratas serán capaces de acabar con el dominio republicano en el Congreso o en el Senado, al renovarse una parte considerable de ambas Cámaras en las elecciones de mitad de la legislatura. Parece realmente complicado, sobre todo debido a las malas prácticas del resideño de los distritos, que favorecen mucho las posibilidades de victoria de los candidatos republicanos.

Por lo demás, la guerra fría con Corea del Norte ha pasado ya la línea de riesgo más importante, precisamente por la consolidación de este país gamberro como una potencia nuclear sin discusión. La fase más peligrosa fue cuando estaba en el proceso, porque ahí existió una fuerte tentación de intentar una solución militar. Pero ahora ya no hay solución. Nos guste más o menos (de hecho a nadie le gusta), Corea del Norte es un país con capacidad nuclear y están en posesión de los vectores necesarios capaces de amenazar el propio territorio norteamericano. La doctrina MAD (Destrucción Mutua Asegurada) fue la que nos salvó de un gran conflicto durante los cuarenta años de la Guerra Fría, y nos volverá a salvar de un conflicto con Corea del Norte. En 2018 habrá sin duda negociaciones directas entre Estados Unidos y el país gamberro, con la inevitable mediación de China.

En 2018 debemos esperar más intentos de atentados terroristas que nunca, y ello se deberá precisamente al fracaso de los terroristas por convertirse en un estado clásico, en la forma de Califato, con un territorio físico que gobernar y defender. Como sucede en todas las guerras que en el mundo han sido, el problema ahora son los soldados desmovilizados, que son incapaces de volver a una vida normal en unos países de origen que le están esperando para enviarlos a la cárcel. Con tanto terrorista desmadrado, es posible que veamos algunos acontecimientos horrorosos en los próximos meses.

Este año seguirá habiendo puntos calientes donde se produce el roce de las grandes placas tectónicas que constituyen los grandes imperios económicos, unos imperios cuyos intereses aspiran a controlar los movimientos económicos y de poder planetarios. En Asia, y más allá de la chusca crisis coreana, lo más importante es el inevitable choque de trenes entre el expansionismo chino y la muy acomplejada India, que, pese a la presunta asertividad de un presidente de proclamada ideología nacionalista, no deja de perder territorio e influencia en el entorno de su propio hinterland, el subcontinente asiático.

En Oriente medio seguiremos asistiendo a un enfrentamiento feroz por la hegemonía entre sunitas y chiitas, que se agravará durante este año, con probables escenarios de enfrentamientos bélicos como el libanés. La buena noticia es el vuelco que está dando el nuevo liderazgo de Arabia Saudí en la dirección de asimilar su modelo de Islam a algo mucho más moderado del tipo marroquí.

En Europa nos seguirá preocupando Cataluña, aunque creo que pasará a la categoría de nacionalismos irredentos e irresolubles, junto con el flamenco y el corso, recientemente reavivado en unas elecciones regionales que han dado el poder a los nacionalistas de tintes independentistas. Estos conflictos no tienen solución, porque en realidad nadie quiere irse de la Unión Europea, y la Unión Europea ha fijado una doctrina férrea que eleva enormemente el coste de la secesión de cualquiera de estas Regiones.

Así pues, estamos disfrutando de una de las navidades más pacíficas de la Historia de la Humanidad, lo que no quiere decir ni mucho menos que vivamos en el paraíso terrenal. Pero en fin, no es lo mismo el susto que la muerte. Este año morirán más de un millón de personas en accidentes de carretera, y más de sesenta mil norteamericanos terminarán bruscamente su vida debido a una sobredosis.

Eso sí son problemas, y no unos conflictos bélicos de baja intensidad o unos atentados terroristas que son mucho más ruido que nueces.