En el calendario emocional de nuestra región hay una fecha que dice, como ninguna otra, de la solidaridad de un pueblo: octubre de 1957, que cuenta del ingenio de sus gentes y su amplio corazón, de la generosidad como valor de los seres humanos, de la fraternidad necesaria como única salida posible para vivir en paz con nosotros mismos y con los demás.

El 12 de octubre de 1957 y días posteriores, las aguas del Turia a su paso por Valencia desbordaron sus cauces y anegaron de tristeza, hasta el borde de lo resistible, a aquel pueblo luminoso y hermano. Al tiempo que agonizaba la esperanza, se levantaron todos los sentimientos de los murcianos en ayuda y consuelo. Y como un milagro, surgieron los nombres propios inolvidables: Murcia, en primer lugar; en segundo y sucesivos los de Radio Juventud, la pequeña emisora pionera y a la vanguardia de los movimientos radiofónicos más modernos y en ella un muchacho joven de veinte años, un locutor con resplandor, de dulce voz y entrega absoluta a la amistad, a la firmeza de ánimo, Adolfo Fernández Aguilar.

Él y el equipo aquel de nombres de oro, Joaquín Alix, Diego Pedro López Acosta, Luis Fernández, Conchita Martínez, Juan García Abellán (no puedo nombrarlos a todos) e incluso puede que incurra en algún error de ubicación en el tiempo que poco mérito quita al grupo magnífico, y por el que pido disculpas. Yo era entonces un niño impresionado ante el monumento que se puso en marcha en la radio: La Gran Subasta: Murcia por Valencia. Fue entonces, durante muchas noches cuando vivimos la recolecta de latidos, de palpitaciones, de emociones, de lágrimas más hermosas al pie del transistor o del aparato de radio de válvulas. Uno, diez, un ciento, un millón€ Todo se vendió a través del teléfono y del micrófono. Adolfo, ocurrente y mágico, subastó un pequeño burro, «peludo y como de terciopelo» al que llamó Platero II; cuadros, recuerdos de los murcianos, esculturas, el anillo del arzobispo€

Murcia brilló con lo mejor de sus amores de vecindad en un gesto que emocionó a toda España. De aquello se han cumplido sesenta años de aventuras humanas posteriores en las que no hemos perdido el hilo conductor del recuerdo, porque por suerte existe la memoria. Vinieron los artistas del momento al Romea a una gala histórica a recaudar fondos: Manolo Caracol y Lola Flores; Juanito Navarro, Tony Leblanc, Gila, María Cuadra y€ Carmen Sevilla entre otros que entregaron talento y ayuda a manos llenas, vibrando con la angustia, haciendo el milagro de remediar las penas y alzar la mínima alegría que aún existía en aquel pueblo azul mediterráneo, entristecido por la desgracia. En Valencia, desde entonces, decir Fernández es casi decir ángel de la guarda. Yo lo he comprobado. Hace diez años, al cumplirse el medio siglo de la tragedia, la ciudad le homenajeó agradecida. Adolfo Fernández siempre ha quitado personal importancia a aquellas jornadas, pero la historia le rectifica amablemente. Es de ley que así sea.