Este lunes se conocía por fin la sentencia por la consulta independentista del 9N del 2014 en Cataluña. Por este caso, el expresidente de la Generalitat, Artur Mas, ha sido condenado a dos años de inhabilitación y una multa de 36.000 euros por un delito de desobediencia; la exvicepresidenta, Joana Ortega, a un año y nueve meses de inhabilitación y una multa de 30.000 euros, y la exconsellera de Enseñanza, Irene Rigau, a un año y seis meses y una multa de 24.000 euros.

Después de conocerse la sentencia, el expresidente Artur Mas salió a la palestra para dar una rueda de prensa donde nos deleitó con frases dignas de guardar en una hemeroteca. Para empezar, el expresidente Mas afirmó que en el Estado «se persigue y combate por tierra, mar y aire a la gente por sus ideaS», cosa que es totalmente cierta, como por ejemplo en Cataluña, donde muchos catalanes denuncian que no se les permite el acceso a una educación en español, o donde se multa por rotular en español o donde se financia a entidades que 'persiguen' a aquellos que defienden el español. También denunció Mas que «la ley no es igual para todos», algo que también es absolutamente cierto, como por ejemplo en su caso, ya que dos años de inhabilitación por atentar contra la constitución y hacer caso omiso de la sentencia de un tribunal parece realmente bastante poco. Además, en este país, la Justicia depende más de a quién se juzga que del delito, por eso los Artur Mas, los Pujol o los Urdangarin en España, de un modo u otro, siempre salen libres de todo el mal que generan. Para terminar, Artur Mas señaló que «el proceso por el que hemos sido condenados era algo que salió del pueblo... No nos arrepentimos de nada, somos demócratas y lo que teníamos que hacer era obedecer el mandato del pueblo en las urnas». Por supuesto, el pueblo es soberano, pero hay que tener mucho cuidado con esto, porque el pueblo es soberano cuando se vota a la izquierda pero también cuando se vota a la extrema derecha. Y también es soberano cuando se pide que a los políticos les rebajen el sueldo, o la jubilación, o que las condenas sean mucho más duras por sus delitos, como es el caso. Porque el pueblo no es solo la parte del pueblo que nos gusta, sino todo el pueblo, los que votan sí al independentismo y los que votan no. Y, sobre si el independentismo catalán nació del pueblo o se generó en un despacho, solo hay que recurrir a antiguos estudios, como por ejemplo el de la evolución de las lenguas, donde se puede ver como en la década de los 90 (con pequeñas variaciones) el 85% de los gallegos entendía el gallego y el 70% lo hablaba de manera habitual; en Cataluña, un 40% y un 20% respectivamente y en Euskadi, un porcentaje aún mucho menor.

No creo que el independentismo catalán tenga, ni cultural ni históricamente, mayor justificación que el independentismo en Andalucía o en Extremadura. Sin duda, muchísimo menos que en Galicia o en Euskadi. El independentismo catalán no era una necesidad en los 90, y tampoco debería serlo en el 2017. Artur Mas y sus colegas han generado con su política independentista un clima de enfrentamiento entre los catalanes y también entre Cataluña con otras comunidades autónomas. Ideas extremistas como las suyas, semejantes a antiguas locuras nacionalsocialistas, solo generan odio, persecución, discriminación, marginación y violencia, todo lo contrario precisamente a lo que es una verdadera democracia.