Estoy de acuerdo con los profesores que se lamentan de que la huelga de padres contra los deberes escolares supone una desautorización que pone en tela de juicio su figura ante los alumnos. Siempre he sido partidaria de que los escolares aprendan a dedicar un tiempo y un espacio a reforzar los conocimientos que no se pueden retener en la memoria solo por haberlos escuchado en clase. Pero una cosa es memorizar ideas sin entender ni procesar su significado y otra muy distinta aprenderse los conceptos necesarios para poder seguir el hilo del temario sin perderse. Aunque no lo parezca, el cerebro es un órgano muy dócil, que guarda en la memoria todo lo que ha percibido, sean palabras, imágenes, sabores u olores. Pero también tienen razón los padres que se quejan de la carga de deberes que se llevan a casa los niños desde Preescolar. Hasta hace poco se entraba a la escuela con cinco años, pero ahora cargamos a los escolares con un horario de ejecutivo desde la guardería. Y a los tres años ya tienen un plan de trabajo que cumplir, a veces en aulas situadas en barracones, mientras que nosotros estábamos en la calle todo el tiempo que teníamos libre. Sin embargo, al llegar a Primaria y Secundaria se les aprietan las asignaturas en una jornada continua frenética, como si fuese igual aprender canciones a los tres años que Matemáticas a los 13. Hay muchas cosas que cambiar si se quiere dejar de liderar el fracaso escolar.