La necedad es una de las enfermedades más graves y más extendidas en el ser humano. La necedad es la combinación de la falta de inteligencia, el egocentrismo y la terquedad. La falta de inteligencia lleva al necio a pensar que siempre tiene razón, e irónicamente a que es más listo que los demás. Para ello, se rodea de una decena de palabras técnicas con las que envolver su discurso vacío. Por su parte, el egocentrismo hace que el necio se preocupe de sí mismo antes que de los demás. Debido a esto, el necio actuará siempre en beneficio propio. Además de esto, el egocentrismo llevará al necio a juzgar a los demás por como es él y verá vicios en los demás que en sí mismo no observa. Por último, la terquedad llevará al necio a morir matando; es decir: a insistir en su ignorancia y a defender que esos nubarrones negros que se ven al fondo no son una tormenta, aunque con ello lleve su barco al hundimiento.

A lo largo de mi vida me he encontrado con muchos necios. Se les ve venir de lejos. Ante este tipo de personas, lo mejor es no entrar en

conflicto, ni siquiera en discusión, porque en una conversación absurda el necio siempre tiene todas las de ganar.

En lo que respecta al mundo de la política, hay que decir que está plagado de necios. Zapatero, por ejemplo, era un necio de enciclopedia, y

gracias a su necedad, el PSOE comenzó a resquebrajarse y a perder su identidad. Tras su partida, llegó Pedro Sánchez, un hombre voluntarioso, bienintencionado, pero igual de necio. Su necedad ha terminado por destruir al PSOE y a arrastrarlo a los peores resultados electorales de su historia.

Perdido en su terquedad, Pedro Sánchez dijo hace unos días que no piensa dimitir aunque el Comité Federal rechace su propuesta para celebrar el congreso del partido a principios de diciembre. Su necedad le lleva a no dimitir, al igual que su necedad le lleva a no aceptar los resultados de las elecciones en España. Por culpa de eso, Pedro Sánchez está dispuesto a propiciar todas las elecciones que hagan falta hasta que el PSOE pierda todos los escaños o el PP saque mayoría absoluta.

Gracias a Zapatero y a Pedro Sánchez, el socialismo español ha quedado huérfano. Abandonado y triste, el socialismo ha sido adoptado por unos nuevos padres adoptivos, que son los populistas, que no son verdaderos socialistas pero que actúan como tal para poder captar todos los votos perdidos por el PSOE. Por esa razón, para el siguiente congreso nacional, el PSOE no tiene que plantearse si quiere votar la continuidad o no de Pedro Sánchez; a lo que se enfrenta el PSOE es a su propia subsistencia.

De unos años para aquí, el PSOE se ha llenado de palmeros y necios; gente sin ideología, muy falta de cultura, pero con un gran afán de popularidad y dinero fácil. Si no quiere tener más sorpresas en forma de votos perdidos, el PSOE tiene que renovarse y regenerar su ideario. De no ser así, y como ya pronostiqué en este mismo diario hace cinco años, el PSOE terminará finalmente siendo tercera o cuarta fuerza política. Un triste final para un partido histórico.