Me he comprado una Vespa. Así, del tirón. ¿Necesidad? ¿Capricho? Tengo 36 castañas y puedo contar con los dedos de una mano las veces que he subido en moto. Nunca en una con marchas y mucho menos con el cambio en la mano izquierda... Creo que dejo claro a qué se ha debido el asunto, pero oigan, ahí está la Vespa rodando. La he cogido unas cuatro veces -lo que me ha permitido el trabajo- tras pasar por el taller especializado de un amiguete ducho en estas lides. Aún le hacen falta retoques, claro, es una Vespa, pero si se cruzan conmigo, además de estar en alerta máxima, pueden oírme cantar aquello de ´y qué fantástico dar vueltas con los pies sobre sus alas´, que decían los LunaPop por el 99 (la Vespa aún le saca 9 años a estos artistas). Tengo hasta agujetas en la muñeca izquierda, no les digo más. Pero claro, uno después piensa en el gasto y se replantea la compra. Con un poco más podría haber ´pillado´ una scooter de ´trinca´... Aunque, como dice mi hermano Fran: «Sí, pero no sería una Vespa».