Hay muchas palabras que configuran tanto el retrato del que anda como la disposición del hablante hacia el andarín. Uno puede andar de forma elegante si marcha recto, erguido, empingorotado o tieso como un ajo; o de mala forma si va inclinado, torcido, encorvado, trastabillando o haciendo eses. Pero llamo la atención sobre un vocablo que no ofrece buena imagen de los andares y, además, no es políticamente correcto, por ser un recurso degradador que ataca la igualdad y, también, los derechos de los animales. Me refiero a nanear, que significa andar balanceando las caderas como los enanos o los patos, atribuyendo los andares ´patosos´ de ambos colectivos a quien, por sus cortas piernas y, sobre todo, por su gordura „aquí resultarán ofendidos los obesos„, no puede mañearse con soltura. Y no digamos nada cuando nanear alude a quien anda sin hacer nada, referencia que es bueno que no figure en el diccionario por humillante para el digno colectivo de vagos, holgazanes y cofrades del far niente. Así que no queda bien nanearse, y mucho peor decir que alguien nanea. Por eso esta palabra se usa cada vez menos.