Hoy he dado uno de mis primeros paseos por la orilla de la playa y me he percatado de que me estoy haciendo viejo o volviendo gilipollas. O quizás, las dos cosas. Años atrás, me colocaba mis gafas de sol, mi sombrero panamá y me dedicaba a contemplar el paisaje: miraba las olas acariciando la arena, el recorte de la silueta de un velero en el horizonte, chapinas exóticas entre las piedras; también, con sumo disimulo, echaba un vistazo a la figura de una mujer escultural o mis ojos jugaban a descubrir algún ´top-less´ tomando el sol. Esta mañana, toda mi obsesión era encontrar gente tendida en su tumbona, leyendo; y cuando encontraba a alguien, averiguar si lo hacía en un libro de verdad o „¡maldita sea!„ en un e-book. Decir con una sonrisa que ha ganado el libro de papel en un 80%; pero no me preguntéis si he descubierto a alguna mujer practicando ´top-less´ y leyendo porque sólo me he fijado en el libro. Lo dicho, viejo y gilipollas.