Responder a la última respuesta de un correo electrónico, descubrir que alguien que lo merece tiene su oportunidad, un paso de cebra recién pintado, desayunar un tomate a mordiscos mientras ves amanecer en el campo, que el bluetooth del coche sólo reconozca I feel alive de Alondra Bentley, encontrar unas gafas de sol olvidadas cuando buscas el cargador, las fotos de limones de @loislousan, dueñas de restaurantes que se implican en atenderte como si fuera el primer día siempre, dos reclutas y un amigo, estrenar un rotulador para garabatear mientras hablas por teléfono, los buenos días de Lucas entre sonrisas y su titirití imitando al gallo, la primera bomba del verano en la piscina, releer Eloisa está debajo de un almendro veinticinco años después, terminar una reunión y ver 187 mensajes sin leer en el grupo ´Pamplona 1997´, un tuit en el que te agradecen lo que escribes, recuperar la emoción de narrar fútbol en la radio con los goles del pre benjamín del Ranero.

Una foto de un nuevo hermano que viene de tan lejos que es lo más cerca que existe en el corazón humano, los amaneceres del Borsalino todos los días, un abrazo interminable en la parada del tranvía al pasar, encontrar aparcamiento en zona blanca un día de lluvia, comprobar que hablar es siempre la forma más fácil de entenderse, ver un show al lado del mejor showman del mundo, descubrir historias que florecen por el sentido periodístico natural de quien mira con el afán de contar lo que pasa en todas partes, Lucas dormido abrazado a un cuento más grande que él, hablar de fútbol con el Guaje Carlos Álvarez, dibujar sombras a los trazos de un subrayador, un post it con una sonrisa, las manzanas fuji del mercado de los jueves, seguir la estela de trabajo y triunfos de quien lo hace todo con el corazón en la mano y funda algo que se llama Más que ideas, comprobar que hay cientos de personas con sentido del humor, pase lo que pase y todos los días.

Que alguien de Salamanca se haga del Murcia por leer crónicas literarias periodísticas futboleras originales que son el comienzo de un estilo único, y que Horacio Abel Moyano se haya convertido en eterno gracias a la palabra, la croqueta de sepia del Pasaje, la tarta de brevas del Salzillo y comer un día raro con Andrés, tumbarse en el césped a mirar las estrellas con tus hijos, y que Guille te pregunte si todas las noches salen las mismas estrellas, y que Miguelito conteste que no, que cada vez hay más estrellas porque cada vez va más gente al cielo. Sonreír, y no contestar.

Vale.