Lon centenares de personas muertas flotando en aguas del Mediterráneo, hoy no me parece oportuno hacer bromitas acerca de las elecciones, sus candidatos y sus evanescentes promesas. La consolidación de la presunta recuperación económica, el AVE o el agua se me antojan ruido.

Guerra y hambre son dos cosas terribles que llevan a una parte de los pobladores de este planeta a la desesperación, a viajar miles de kilómetros, poniendo sus vidas en manos de gente sin escrúpulos, con el legítimo objetivo de poder vivir en una tierra libre de esos males. Así que, mientras haya guerra y hambre, habrá personas huyendo de ellas. Y eso hasta yo lo entiendo. Así que, en mi modesta opinión, abordar el asunto desde la perspectiva de la seguridad en las fronteras es una canallada que iguala a quienes hacen este planteamiento con quienes se lucran del éxodo.

A estas horas, ministros de la Unión Europea hablan de incrementar los recursos y medios de vigilancia y rescate en el Mediterráneo, así como para la repatriación rápida de aquellos a quienes se considere que no son merecedores de su asilo. Guerra y hambre les debe parecer poca razón para emigrar. Más que nada, porque quienes juzgan no las sufren.

Y ahora, que alguien me cuente un cuento sobre el Plan Hidrológico o la variante de Camarillas. Que estoy de humor.