El pasado martes se celebró el Día Mundial de la Salud y como nos acordamos de Santa Bárbara cuando llueve€ agradezcamos a la ONU este tipo de días para darnos cuenta, por lo menos, de que existen. Así que nos toca reflexionar sobre qué estamos haciendo nosotros con nuestra salud. Durante el minuto y medio que vas a tardar en leer este artículo, espero que puedas sacar buenas conclusiones. Si ya las llevas a la práctica, sería magnífico. ¿Mi alimentación es sana? ¿Me hago chequeos periódicos para conocer mi estado de salud? ¿Hago ejercicio físico o alguna actividad no sedentaria para ejercitar mi cuerpo? ¿Debería consumir menos alcohol o fumar menos? ¿Cómo estoy emocionalmente? Permitidme aclarar y parar en la última pregunta y, sobre todo, permitíos unos segundos para responderla. Os ayudo volviendo a cuestiones del tipo: ¿Me acepto como persona? ¿Hago en mi vida lo que quiero o las circunstancias pueden conmigo? ¿Merezco ser feliz? ¿Hago algo para serlo? ¿Soy capaz de decir NO aunque pueda incomodar a otras personas? ¿Necesito que los demás me digan cómo soy? ¿Me conozco?...

¿Qué sueles hacer cuándo te duele la cabeza, el estómago o una parte de tu cuerpo? Ir al médico o al fisioterapeuta, ¿verdad?

¿Y qué ocurre cuando mi cabeza y mi corazón dejan de estar en equilibrio y estoy continuamente enojado, hastiado, cabreado, miedoso, descontento, irascible, temeroso, triste...? Es normal, ¿no?, le pasa a mucha gente. Pues NO tiene porqué ser así. La psicología y el coaching, por ejemplo, y por la parte que me toca, son disciplinas que, en gran medida, pueden ayudarte para mejorar tu salud emocional; aun siendo distintas en las formas, el fondo es muy similar; velar por el equilibrio emocional de las personas, entre otros aspectos. ¡Ah! Claro; es que ir al psicólogo o recibir un proceso de coaching está mal visto, me van a tachar de loco o desequilibrado€ «Yo no necesito eso; ya se me pasará». La salud emocional es tan importante como la física, la mental o espiritual; armonizándolas y equilibrándolas, nos reportarán habilidades suficientes para funcionar de manera óptima en cualquier aspecto de nuestra vida.

Elegimos nuestra vida, más bien, el cómo llevarla. Es preferible a que ella nos lleve a nosotros.