En una villa al norte de la provincia de Coruña de cuyo nombre me acuerdo siempre y desde siempre, aconteció hace tres días lo que paso a relatar. Hace años, muchos, el órgano competente aprobó la construcción de una carretera de circunvalación de la villa, largo tiempo reivindicada y también denostada, como suele ocurrir. Se realizó el proyecto, se sometió a información pública, se hicieron los estudios de impacto ambiental, se convocó el concurso, se anunciaron las expropiaciones y se adjudicó la obra. Muchos tiempos de la Tierra Media transcurrieron hasta que la carretera se acabó, y otro pouquiño mais en ser utilizada, y, finalmente, se cortó la cinta. Yo la uso mucho, casi podría decirse que soy un vicioso de ella siempre que estoy por esos lares: es una infraestructura bien hecha, con detalle y respeto al entorno natural, con pasos para animales animales y para animales humanos, todo perfecto. Pero faltaba algo, hasta el miércoles, pagar a los expropiados. Y así fue que la Xunta de Galicia les convocó al ayuntamiento de la villa en cuestión. Más bien convocó a los herederos de los dueños de las tierras expropiadas en su día, los cuales, entre el minifundismo propio del lugar y la promiscuidad habitual de la conservación de la especie, eran multitud. Y se presentaron dos funcionarios que reclamaban viejos legajos y escrituras para comprobar titularidades póstumas y vivas, bajo la amenaza de que si alguno de los expropiados, o sus deudos, no se presentaba, no cobraba nadie. Pasados los trámites, el funcionario extendió cheques al portador a los colectivos de expropiados, ¿para qué pues tanta identificación? Y allá fue un grupo de ellos a una sucursal bancaria, a cobrar lo que les correspondía, pongamos 20.000€ a repartir entre 20 personas. Pero el banco no tenía tanto dinero ¡qué exageración! Y hubo que esperar al día siguiente para cobrar y tramitar las correspondientes transferencias, incluso a aquellos que vinieron de fuera a cobrar y que les ha salido, más o menos, lo comido por lo servido, pero no hay que perjudicar a la familia. ¿Conoce el rey Feijóo todo este procedimiento? ¿Por qué se ha acelerado ahora el pago de unas expropiaciones antiguas? ¿Pagarán los intereses de demora? Les recuerdo que Galicia también está en el siglo XXI, y en el año 2015. La Xunta, probablemente, tiene que empeñar su tiempo en luchar contra Mordor ¡Pobriños!