Siempre se ha asociado la inteligencia al cociente intelectual (CI), a nuestra capacidad mental para adquirir conocimientos. Con el paso del tiempo se ha extendido la inteligencia a las emociones con el término inteligencia emocional. Cada vez se utiliza más el término de inteligencia social, esa capacidad de relacionarse con los demás de una manera constructiva, y a ésta habría que añadir la inteligencia moral, esa capacidad que nos hace discernir el bien del mal, la bondad de la maldad, la diferencia entre construir y destruir, es decir, la diferencia entre la humanidad y la inhumanidad. En la persona deberían confluir todas estas inteligencias de una manera integral.