Perdone que le moleste pero me veo incapaz de cruzarme por la calle a tres personas seguidas que escriban bien la palabra WhatsApp y sin embargo no daré con tres decenas consecutivas que no lo tengan instalado en su teléfono. Seguramente las verá usted enfrascadas en una nimia conversación, escribiendo arduamente mientras caminan sin rumbo fijo hasta que, con toda probabilidad, se ábran la cabeza contra una farola al mismo tiempo que buscan el emoticono de los besos o el de las palmas si me apura.

Si aguardan un momentito, les cuento una cosa que me ha llegado por güasaps, que estoy terminando de contestar un mensaje en un grupo que me ha metido mi mujer. Somos los padres y madres de Anselmito de Quinto Efe y estamos decidiendo si al profesor de gimnasia lo vamos a denunciar por sátrapa y exhibicionista o si por el contrario se lo presentamos a la madre de la Jennifer, que está soltera y entera pero con unos ardores demoledores. Pero usted no se preocupe que enseguida se lo cuento. Vamos veinte a once, ganando los de la cita. Aunque, entre usted y yo, sepa que hay una madre que nos satura el watsat con vídeos de esos marranos, que yo no sé qué pensar del marido.

La verdad es que hablar del Whasat es muy sencillo. Empezando porque todo el mundo se entera cuando nos llega un mensaje porque dicen que el silbido del pajarito ese que se oye cuando llega la contestación es muy peculiar. Los que lo usamos nos parecemos, de lo pesados que nos ponemos, a los de Leroy Merlín, que cada dos por tres están preguntándote siempre por el dichoso código postal. Un día de estos me lo voy a tatuar en la yema del dedo anular y enseñárselo cuando me lo pregunten. Aunque las pobres cajeras no tiene culpa de nada. Seguro que las primeras que están hartas son ellas.

Pero el caso es que ahora me viene a la cabeza lo que le pasó a mi amigo Fulgencio, el del estanco del Barrio del Carmen, cuando fue a operarse a la Arrixaca de unas diverticulitis. Les cuento, pero esperen un momento que me está sonando la alarma del móvil. Perdonen un segundo que compruebe... pero es que me acaba de entrar un guatsapps ¿sabe? estoy en el equipo de Amigos de los Ataúdes y hemos creado un grupo para estar al corriente de las novedades. No somos nadie.

Como les decía, déjenme que les diga lo que le pasó a Pencho pero, de paso aprovecho para mandarle un mensaje a mi nieta que está en el recreo y preguntarle si sabía bueno el bocadillo de mortadela con Nocilla que le ha preparado su abuela. ¿Sabe que ahora dicen que la quieren sacar del grupo de guasaps? Las muy liantas, por haberse ido al cine con el Germán, el del grupo de la academia de inglés, se han enfadao con la probetica porque dicen que a ella le gusta Ginés. Mi nieta está que le da algo si la borran del guasats.

Su madre está que trina con el asunto este del güatsat también ¿sabe? se ha enterado por el grupo de guathatsAp del gimnasio que la llaman La Pechotes. Y eso la tiene de los nervios, que le duelen hasta las verticales. Menos mal que sus compañeras del grupo de whasas de la peluquería le están ayudando a superarlo, y de paso le han comprado una faja compresora entre todas. Si ustedes vieran lo que se dice en eses grupo, ahí si que hay vídeos y fotos raras, se lo digo yo.

Bueno, les decía que a Chencho iba a operarlo de la vesícula el doctor Higinio . Pero le dijeron que no iba a poder ser porque el médico llevaba chateando con la enfermera de Ginecología toda la mañana. Estába enchochao, horas y horas dándole al dedico. Lo supimos porque un amigo de mi amigo lo tenía de amigo y veía en a pantalla que no paraba de escribir. Entre usted y yo: como lo pille su mujer se le van a acabar las ganas de jugar a los médicos y va a tener que pasarse al Candy Crush con la Celia Villalobos esa.

El hospital está revolucionado con el aviso de los mensajes leídos. Antes despertábamos a los médicos de guardia cuando venía un inspector o entraba por Urgencias alguien con el brazo colgando, pero ahora solo lo hacemos si le llega un Whasatsps.

Mi cuñado, que es concejal, dice que tienen un grupo de whastasp todos los ediles de la Corporación Municipal. En él están todos menos la alcaldesa, que dicen que tiene muy mal genio y no le gusta cuando se ponen a jugar al juego de la silla, que no le gusta correr para poder sentarse ni que se la muevan mientras ella está chateando con los de Madrid.

Qué quiere que le diga, si hay historias de WhatsApp hay para aburrir porque por suerte o por desgracia forma parte de nuestra vida, como la Coca Cola, los pantalones vaqueros o la penicilina. Lo importante es que no nos volvamos medio lelos y se nos vaya la vida en tener que contestar un insignificante mensaje.

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