Cristóbal Montoro trata de convencernos de que no tiene nada que ver con los negocios de la empresa que creó antes de recuperar sus dominios en el ministerio de Hacienda, donde ya había reinado en los tiempos de José María Aznar. El descubrimiento de los contratos de la compañía con entidades públicas no resulta sorprendente, después de saber que el ministro de la amnistía fiscal a los evasores que se llevaron sus dineros en los paraísos fiscales también tenía una SICAV en Luxemburgo con su fondo de pensiones pagado por el Parlamento Europeo. Lo más escandaloso de la empresa de la que Montoro dice estar desvinculado puede estar precisamente en su clientela, si realmente es cierto que fue contratada por el exresponsable de la patronal y aún presidente de la Cámara de Comercio de Madrid, Arturo Fernández, otro pájaro de cuidado que sigue en el candelero y aparece siempre en todos los desaguisados, incluido el de las tarjetas black de Caja Madrid.