Si no fuera porque la experiencia ha demostrado lo contrario se podría decir que únicamente los sistemas mayoritarios conducen al bipartidismo como se empeñó en mantener Maurice Duverger por medio de un principio que terminó por convertirse en ley.

El politólogo francés, abogado constitucionalista y firma de referencia en el vespertino Le Monde, murió el pasado miércoles 17 de diciembre a los 97 años y será enterrado el próximo lunes en el cementerio de Tholonet (Bouches-du-Rhône). Detrás suyo deja una carrera prolífica en el campo de los estudios políticos, una treintena de libros, centenares de artículos y editoriales en algunas de las mejores publicaciones del país vecino, italianas y españolas, y, también, por mucho que el asunto permanezca entre tinieblas, el lunar que lo vinculó en su juventud al colaboracionismo y a Vichy.

Pues no, no sólo es un viento numérico electoral el que empuja en una dirección. El cálculo proporcional ha favorecido, por ejemplo, en España al bipartidismo que ahora está recibiendo una fuerte contestación social tras casi tres décadas de alternancia en el poder del PSOE y del Partido Popular. No todos los sistemas electorales mayoritarios, aunque sí muchos, consagran los dos partidos. En el caso del Reino Unido, el Partido Liberal Demócrata y, últimamente, el euroescéptico e independentista UKIP, de Nigel Farage, han venido a romper la feroz convivencia de tories y laboristas en Inglaterra, mientras que en Escocia han sido los nacionalistas los que desde hace tiempo se suman al tripartidismo.

El bipartidismo estable existe también en otros lugares donde no se practica el first past the post ni tampoco la ley D´Hondt. Como tantas otras cosas en esta vida, el ´efecto Duverger´ no ha podido declararse infalible.

A Maurice Duverger, que aplicaba la ciencia política en sus análisis sobre los efectos del cálculo electoral, la cohabitación francesa izquierda-derecha y la monarquía presidencial, le costaba, al igual que a otros muchos intelectuales y polemistas, encontrar el punto medio entre la teoría y lo que más tarde depara la realidad. Tony Judt resaltó de él y de Claude Bourdet, periodista, militante y miembro de la Resistencia durante la Segunda Guerra Mundial, la incapacidad de trasladar a su imaginación la diferencia entre escribir un artículo y gobernar un país, siendo como eran personas siempre dispuestas a dogmatizar sobre la forma de ejercer el poder en las altas instancias.

Desde mediados de la década de los cincuenta del pasado siglo, Duverger se mantuvo en la primera línea del debate público. Alternó su actividad académica, primero como profesor en la Universidad de París, después desde la jefatura del Departamento de Ciencia Políticas, con colaboraciones en L´Express y Le Nouvel Observateur, primero, más tarde en Corriere della Sera y El País. Pero fue en Le Monde donde desplegó la mayor actividad periodística que no le impidió, por otro lado, convertirse en autor de una extensa obra traducida a veinte idiomas. Algunos de sus libros figuran entre los grandes clásicos en esta materia: Los partidos políticos, La democracia sin el pueblo, Introducción a la política, La cohabitación de los franceses, La República de los ciudadanos, entre otros.

En vísperas de la caída del Muro de Berlín, sorprendió a casi todos al presentarse como candidato a eurodiputado en las lista del PCI. Quiso ser testigo „argumentó en su momento„ de cómo los eurocomunistas italianos «corrían al encuentro de la plena democracia». Pero antes de hallar un lugar al sol en el centroizquierda, en los años cuarenta, Duverger se había movido entre las sombras de la extrema derecha bajo la tutela de Philippe Henriot, jefe de propaganda del Gobierno de Vichy, y más tarde de Jacques Doriot, fascista y estrecho colaborador de Pétain.

En esa época se ganó fama de antisemita por un artículo escrito sobre el estatuto de los judíos. Mucho más tarde, en los ochenta, señalado por su pasado ganó un pleito contra la publicación que lo acusaba, Actuel. Nunca se cansó de insistir en que se trataba de una pieza divulgativa, no tendenciosa. Sobre su actitud política juvenil, solía decir que más vale ser de derechas cuando se es joven y avanzar hacia la izquierda. No al revés, como suele suceder.