Da la sensación de que dos entrenadores, Luis Enrique y Abelardo, uno en Primera y otro en Segunda, están revolucionando el fútbol patrio, en sentidos contrarios. El primero por sustituir por una especie de moda adlib el esquema de juego sistemático, triangular y textural del Barça de Guardiola, bajo el lema implícito «si el estilo no gana partidos, ganemos el partido». El segundo por introducir en el juego tradicionalmente mutante y asistemático del Sporting de Gijón incrustaciones de jugadas de pizarra de eficacia inapelable (16 partidos sin perder). Respecto del primero, algún comentarista de elite, asombrado y herido en su soberbia por no poder definir lo indefinible, llega a negar que se trate de fútbol. Respecto de Abelardo, el asombro proviene de la verificación práctica de que una idea bien ideada se plasme en realidad, achicando el componente de azar propio de todo juego.