Estos consejeros turbios dicen que no pueden cobrar dinero en efectivo con sus plásticos opacos pero, entre restaurantes, viajes y corteingleses fundieron euros por millones. Yo cené varias veces con uno de estos popes de cuello blanco; me percaté de su tosca premura para convertir la tarjeta en guita y lo conté en esta sección, en 2007. Inteligente y culto, pero inelegante a la hora de pillar y hacer caja, salía de la capital a provincias con chismes frescos, procuraba reunir en un restaurante fino a una docena de incautos, para cifrar y para que pareciera cena de trabajo, escogía el vino porque era entendido, luego dividíamos la factura entre el número de seminaristas, el susodicho tiraba de Visa-Caja Madrid, Bankia o similar, pagaba el total y recaudaba nuestro cash. Nunca cenaba solo, salvo en su casa los domingos. Ya falleció, era un gran trabajador.