Honda impresión ha causado ver a Rajoy convertido en el escudero de Merkel, no ya en su vasallo; alumno aventajado en lugar de escolar con orejas de burro; potencial rescatador en vez de rescatado. En Santiago de Compostela, los pasados domingo y lunes, ambos exhibieron una sintonía que invita a pensar que se necesitan, y así es. En un momento de parón económico en Europa, España crece por cuarto trimestre consecutivo, aunque sea muy tímidamente, y eso es tan bueno para Rajoy como para Merkel, porque ambos pueden presentarlo como un éxito -quizá el único- de las denostadas políticas de austeridad. Rajoy, en clave interna, y Merkel, para contrapesar la presión de Italia y Francia, que defienden la aplicación de una política económica más expansiva; no en vano la primera ha vuelto a entrar en recesión, y la segunda, como la propia Alemania, la esquiva ya por muy poco.

Sin embargo, es un error creer que el presidente del Gobierno se sumó el pasado fin de semana al frente por la austeridad que nos impone, desde hace cinco años, la canciller germana. Rajoy forma parte de ese frente desde el principio; lo que pasa es que ahora lo hace como ejemplo de su éxito, no como ejemplo de su necesidad. Y por más discutible que sea ese éxito, siempre será mejor dar un jirón de esperanza que vender las bondades futuras de la miseria.

Por eso Merkel viajó gustosa a Santiago para elogiar in situ las políticas económicas que su buen alumno español ha aplicado sin salirse del guión. Rajoy se ha ganado a pulso la condición de aliado, y eso tiene premio, porque además de aplicar la receta sin rechistar -él va a gusto en el machito-, el jefe del Ejecutivo siempre ha buscado estar cerca de la canciller. Así, el pasado marzo, en el congreso del PPE en Dublín, Rajoy no dudó en respaldar al favorito de Merkel para presidir la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. Pero como líder del segundo partido de centro-derecha con más eurodiputados -después de la CDU de la canciller- pidió algo a cambio. Y Merkel se lo dio: Luis de Guindos será el nuevo jefe del Eurogrupo. Un premio que Merkel se otorga a sí misma -pues es el ministro que ha ejecutado sus políticas- pero que Rajoy podrá publicitar, en clave de recuperación de cuota de poder, en una UE cada vez más burocrática y alejada de sus ciudadanos.