Anoche me senté en una colina a tomar una horchata y no pude evitar oír la conversación de la mesa de al lado.

-Oiga, que ese recurso está ya muy visto.

-Un momentito, que en esta ocasión la cosa es un poco más sorprendente.

Estaba yo sentado, decía, cuando oí la conversación de dos adverbios que se estaban bebiendo una botella de tinto y fumando unos puritos de muy agradable olor. Parecían de cantidad. Adverbios de cantidad, si bien uno de ellos, por el atuendo un tanto raro y el pelo muy rubio podría ser de lugar. El caso es que uno le estaba diciendo a otro que llevaba muy mal el desuso. Mira, decía, yo estoy ahí a mano del periodista, del escritor, del directivo que tiene que escribir una pequeña intervención para un seminario o congreso. Estoy a disposición de los estudiantes para que me escriban en un examen o un trabajo. Estoy hasta echando currículos en la Wikipedia, pero nada, oye, no hay manera. En todos lo sitios me dicen igual, que yo ya estoy en desuso. Y bueno, mira, el desuso está muy bien, yo tengo mi paguita y mi casa y además cobramos el sueldo de mi mujer, que aunque es un sustantivo común tiene puesto fijo en una oficina donde hay que escribir etiquetas para los pedidos y ella como sustantivo la emplean mucho. A veces llega a casa y dice, cariño, no sabes lo cansada que estoy, me han escrito hoy doscientas veces. Y yo, claro, no le digo nada pero la envidio en el fondo.

No es que me aburra, tu sabes que tengo muchos amigos como tú, y están los verbos, con los que voy mucho a tomar cañas y a jugar al mus; y los artículos, bueno, determinados artículos, que aunque parcos son buena gente y siempre están dispuestos para una cena o algo. Pero no es lo mismo. Yo antes me levantaba por la mañana y enseguida me buscaban cronistas de la villa, pergaministas, librerías de viejo, editores, viajantes de comercio.

Una vez hasta me llamó un entrenador de primera que iba a dar una rueda de prensa y quería ponerme en sus labios. Fue un poco incómodo, además, era el entrenador del equipo que yo más detesto, pero el hombre pagaba bien y además yo tenía garantizado multiplicarme luego en los periódicos de todo el país e incluso del mundo, así que acepté. Pero nada, ahora ya si acaso y desinteresadamente acudo a algún congreso donde sólo hay gente mayor y se me necesita para algo. Mi único consuelo es que vengan tiempos mejores. De más cantidad. Su amigo lo miró. Quedamente.