El lunes veía desfilar el tercio marrajo de la Piedad, mientras hablaba con un señor de Madrid, acostumbrado a ver los desfiles castellanos, mucho más sobrios y, sin tanta luz, color y flor como los de Cartagena. El hombre me invitó a salir fuera para ver otras procesiones y en ese momento me vino a la mente lo mismo que le dije a mi padre ya hace unas cuantas décadas, cuando me llevó a la ciudad de la Alhambra en plena Semana Santa. En aquel entonces le aclaré: «Me ha gustado mucho el viaje, la nieve y todo lo demás, pero no vuelvas a llevarme fuera en Semana Santa». Y eso mismo fue lo que le comenté al buen señor del lunes, que a mí no me saca nadie de mi tierra en estas fechas. He visto el Encuentro a hombros de mi padre cuando era una cría, he salido con La Piedad junto a mi abuela Pilar, he visto a mi tío Juanjo llevar a la Virgen del Amor Hermoso y a mi tío Manolo mostrarme las bondades de los ´calis´. Para mí la Semana Santa no es sólo tradición, devoción y fe, es también familia y pasión por Cartagena.