La edad empareja por azar pero, como los matrimonios largos -sean de amor, de odio, de apego o de indiferencia- lleva al mutuo conocimiento. A los de mi quinta y otras cercanas, Felipe González Márquez, que fue presidente delGobierno de España durante 14 años, nos enseñó más que muchos profesores, que algunos hermanos mayores y que el dueño de los billares, por citar algunas de las figuras de autoridad que nos trataban sin paternalismo.

Por Felipe González supimos de macroeconomía liberal, de crimen de Estado en democracia, de Estado del Bienestar en construcción, de europeísmo, de otanismo, de manipulación, de pragmatismo, de relativismo moral. Gracias a él aprendimos a recelar del carisma, a despreciar el liderazgo o a buscar carisma en alguien para tener otro líder al que seguir, que hay quienes no escarmientan. Nos enseñó cosas buenas y malas pero todas útiles si se les halla el provecho.

Descontándole la política, Felipe González enseña hoy que la vida dura cada uno de los días que tiene, que no se acaba después de haber llegado arriba y cumplido una edad y que siempre queda tiempo que matar torturando árboles y haciendo collares. González no habla demasiado pero, de vez en cuando, le preguntan o se siente impelido a meter baza: que si pudo haber volado a la cúpula de ETA, no lo hizo y aún no sabe si hizo bien, que si no puede haber choque de trenes entre España y Cataluña, que si hay que reformar la Constitución... Velas en política, donde ya fue enterrado.

Donde más luz puede arrojar Felipe González ahora es sobre el negocio eléctrico, como miembro de consejo de administración de Gas Natural Fenosa. Sabrá mucho de los precios y de su formación y se habrá formado una opinión de tipo moral acerca del comportamiento de esas empresas, de la competencia, de la incidencia del recibo de la luz en las economías domésticas. Se echa de menos su voz autorizada.