Mientras La Habana es tomada por los zombis, que incendian y vuelan edificios, dos resistentes vaguean en una terraza, echados en sendas hamacas, con un vaso en la mano. Atardece. Uno de ellos le dice al otro que el momento sería perfecto si el gran edificio que hay a cierta distancia no les tapara la puesta del sol. En ese momento el edificio se derrumba, por efecto de una voladura de los zombis. El sol del atardecer brilla ante los vagos, que se ponen gafas oscuras, beben, recuestan la cabeza y exhalan un aahhhh de satisfacción. No había visto Juan de los muertos, la comedia cubana del género gore que mereció un Goya en 2013. Tanta gracia gamberra, desparpajo, ternura secreta (bajo el salvajismo) y talento visual son un sensor de que en Cuba está pasando algo bajo el empedrado. ¡Qué buena muerte para una revolución fallida sería ser embalsamada en vida por la ironía!