De la candidatura de Madrid a los Juegos Olímpicos 2020, quedará una imagen imborrable: la de la alcaldesa Ana Botella quitándose los cascos de traducción simultánea cuando en una rueda de prensa le preguntaban en inglés (idioma que no sabe), pero colocándoselos cuidadosamente cuando le preguntaban en español (idioma que debería saber). Observado el disparate con perspectiva, se queda uno con la idea de que la mujer ignoraba qué rayos hacía allí ni para qué servían los cascos, aparte de para jorobar el cardado. Ana Botella, como Rita Barberá, es muy partidaria del cardado ideológico, lo que debe de significar algo en lo que ahora no caemos.

Lo de los cascos, decíamos. Usted imagínese que ha pertenece al COI y que presencia esa rueda de prensa demencial.

„¿Quién es esa señora? „preguntaría.

„La alcaldesa de Madrid.

„¿Y ganó por muchos votos?

„Por ninguno. Llegó al puesto por ser la esposa de José María Aznar, el de la foto de Las Azores.

„Ya. ¿Y a qué juega con los cascos?

„No tenemos ni idea, parece que se los pone cuando se los debería quitar y que se los quita cuando se los debería poner.

Toda una metáfora, como el cardado, pero tampoco sabemos de qué. Botella es una mujer desconcertante. Lo es para quienes la padecemos día a día en Madrid, una de las ciudades más agresivas del mundo, y para quienes la pillan de casualidad por la tele expresándose sin pudor alguno en un inglés de guardería.

Lo que sucedió, pues, en la rueda de prensa señalada más arriba es que cuando le preguntaban por manzanas, ella contestaba por peras (no sabemos de dónde le viene la afición por las manzanas y las peras, pero ya una vez intentó dar una explicación científica de la homosexualidad jugando con estas dos frutas).

„No te han preguntado por eso „le decía en voz baja un asesor que tenía a su lado.

¿Qué hizo Botella? Poner cara de perplejidad, como si un político estuviera obligado a contestar sobre lo que se pregunta. En España no se hace así. En Japón, miren por dónde, sí.