No voy a ser tan cándido de declararme inocente señor juez. No. Uno tiene que apechugar con lo que hace y si es merecedor de castigo, que así sea. Mentiría si le dijese que me arrepiento o que no sabía lo que hacía; se equivocaría si pensase que la avaricia, la fama o el poder han sido lo que me ha traído ante los tribunalesÉ

Yo, como todo hijo de vecino, soy un producto de este mundo cambiante e incierto en el que todo está sujeto a opiniones y que, la mayoría de la veces, se sustentan en todo menos en la razón. El único universal que entiendo es la necesidad de sobrevivir que todos tenemos en esta jungla: unos cazan al acecho, otros al acoso y derribo. Yo decidí camuflarme para poder comer.

Entre todos los hábitats el que mejor me iba era el más borroso de todos; nada de conocimientos basados en evidencias, todo en el plato de la fantasía, los fantasmas, los temores y deseos. Así me convertí en el Señor Maravilla, ese que ofrece solución y remedio a las angustias con movimientos rituales e isomórficos con la rotación alrededor de Júpiter combinados con pócimas de mi invención a base de antidepresivos ISRS , tranquilizantes y algo de guindilla molida.

Por eso me denunciaron los defensores de la razón, por usar fármacos vetados a los que no son médicos. Leones defendiendo su territorio de caza. Sin embargo, y si no lo cree compruebe estos titulos, soy licenciado en Medicina y Cirugía General por la Universidad de la Sorbona y doctor por Harvard en psicofarmacología, pero no se lo diga a nadie, que me arruina el negocio. Ya sabe: lo increíble y mágico vende.